26 de julio de 2012

Diario de un enfermo


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Uno de los autores que descubrí este curso, y que no esperaba que me calase hondo, fue Azorín. Teníamos como lectura obligatoria La Voluntad, aunque apenas me dio tiempo a avanzar unos capítulos. Sin embargo, no necesité la clase introductoria y de análisis de un fragmento que dimos para ver todo lo que me gustaba.
Entonces, al terminar el curso, devolví La Voluntad a la biblioteca, y cuando llegué a casa, rescaté de la estantería un libro sobre narrativa breve del siglo XX, que contiene un relato de Azorín, Diario de un enfermo. No es largo, pero por otras cosas, me ha llevado algo de tiempo leerlo.

Sinopsis
Diario de un enfermo es diario de un diario ficticio llevado por un personaje del que poco conocemos (solamente leemos lo que él siente y piensa del mundo, no hay ninguna descripción externa de él mismo) durante cerca de 2 años. La acción es mínima, la mayor parte de las anotaciones son cuidadas descripciones de hechos minúsculos (una señora que se duerme en el tren) o de lugares o situaciones. Son unas descripciones detalladas, de un estilo muy impresionista y colorista, que cuentan con un estilo precioso y casi musical lo que el protagonista ve y siente.
Hay en todo el Diario un tinte nostálgico y sobre todo, pesimista. Hay también pequeños momentos de amor desgarrado y de pasión, además de admiración y enamoramiento por una mujer.

Valoración
Cuando leímos el primer capítulo de La Voluntad en clase, no creía lo que tenía delante. Azorín me parecía un delicado descriptor, que me enamoraba con cada palabra, con su manera de expresarse y de darle relevancia a lo estable, a lo eterno, pero también era capaz de congelar el momento concreto, que se desvanece. Cómo podía hacer que las campanadas de una pequeña iglesia, que anuncian las primeras horas de la mañana se equiparasen a la eternidad de las grandes montañas, imperturbables y gigantes.
Con Diario de un enfermo he acabado de convencerme en esto. Como descriptor no he encontrado nada parecido, y como narrador casi tampoco. Tiene un estilo, como decía antes, musical, armonioso, rítmico, que hace que me despiste de las palabras y me centre en las sílabas, en las comas y en las aliteraciones.
Con eso, forma pasajes realmente preciosos. Puede no contar realmente nada, puede que tras varias páginas no haya habido nada de acción, pero hay capítulos, o partes de ese diario que son preciosas de leer y de imaginar. Con eso casi me había enamorado, pero acabó por convencerme con las referencias literarias que hace en algunos capítulos. Tiene como referencias constantes a poetas franceses del siglo XIX, con lo que me gustan a mí. Hacia el final cita los dos últimos versos del poema sobre el albatros de Baudelaire, uno de los poemas suyos que más me gustan. Además, cita a Nerval y a Verlaine. Me encanta la literatura francesa del siglo XIX (concretamente Baudelaire), me encanta Azorín y me encanta la intertextualidad, y aquí lo he tenido todo junto.
Sin embargo, mientras iba leyendo, iba echando en falta más datos. Acostumbrada a obras con más acción, esta deja huecos sin explicar, sin narrar, que son demasiado grandes para llenar con la imaginación. Quien lo haya leído lo entenderá, no creo que valga la pena hacer un spoiler de esto. No es que la obra quede coja, es como curiosidad personal, más por cotillear que por literatura.

Valoración
10 de 10

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