28 de septiembre de 2017

#LeoAutorasOct, edición 2017

Hace meses que no escribo en el blog por falta de tiempo, pero no por falta de ganas o lecturas. Lo más relevante que voy leyendo sigue publicándose en La Nave Invisible, y como casi todo lo que leo o investigo es para ella, no me queda espacio para traerlo aquí.
Pero esta es una entrada individual. Y ya que el año pasado participé en el #LeoAutorasOct, me parecía conveniente comentar mis lecturas elegidas para estos 31 días (aunque rebosan un poco el calendario).

LeoAutorasOct

Tardé un poco en elegir los libros. Estaba pendiente de que me trajeran un libro a la biblioteca y de ver cómo avanzaba con las lecturas en septiembre antes de decidir qué tocaría en octubre, pero ya lo tengo.

Mi lista deseada para el #LeoAutorasOct de 2017 es:
-Forastera, de Diana Gabaldon (formato digital)
-El piso mil, de Katharine McGee
-Vértigo (El piso mil 2), de Katharine McGee (no está en las fotos)
-Bitch Planet, de Kelly Sue DeConnick
-La materia oscura y los dinosaurios, de Lisa Randall

LeoAutorasOct

-Forastera es la lectura que arrastro desde septiembre. Hace un par de semanas que lo empecé, y aunque empieza muy bien, me está dejando de gustar con cada capítulo. No me gusta cómo se comportan algunos personajes, y el protagonista pierde encanto así como va avanzando el libro. Es largo y me quedan unas cuantas páginas, pero quiero acabarlo. O por lo menos, no lo dejaré de momento.
-El piso mil es una relectura para refrescar los personajes hacia Vértigo, que lo pedí a la biblioteca y deben traerlo en un par de semanas. Leí El piso mil hace unos meses y me gustó muchísimo. No necesité muchas excusas para volver a sacarlo de la biblioteca e intentar enlazarlo con su segunda parte. Fijaos cómo tiene de machacada la cubierta de toda la gente que se lo ha llevado prestado a casa.
-Tenía que haber leído Bitch Planet cuando salió, allá por primavera, pero lo fui dejando y dejando... y de octubre no pasa. Es un cómic que solo ha recibido alabanzas y temo que si me dejo llevar no me durará más de una tarde.
-La materia oscura y los dinosaurios fue un libro que no sabía que existía, que no me apetecía leer, pero en mi anterior visita a la biblioteca estaba a la vista en unas estanterías y no me paré a pensarlo mucho: se vino. No aspiro a leerlo todo, pero quiero cotillear algunos capítulos. La astronomía me fascina aunque cuando entran en juego las matemáticas me pierdo. Tengo una curiosidad enorme por este libro.

Salvo Forastera, podéis ver que todo son préstamos de la biblioteca. Quería hacer una entrada contando por qué estoy basando mis lecturas casi exclusivamente en préstamos, pero no sé si tendré tiempo. Resumamos, por si acaso, que la biblioteca tiene fondos, ganas de gente que les pida libros y yo estoy encantada en hacerles todas las sugerencias que puedo para poner escritoras de géneros fantásticos en sus estanterías.

Al ritmo lento que estoy leyendo últimamente, no creo que me dé tiempo a leer mucho más. Tengo Alucinadas II a medias y el III pendiente, va a salir la antología del premio Ripley a principios de octubre (aunque al haber sido jurado me he leído todos los relatos... y los que se quedaron fuera) tengo un par de novelas esperando en casa y mucha gente se va a poner a leer a Nnedi Okorafor y no sé si sabré resistirme.
Sin embargo, llevo todo el año leyendo solo a escritoras. Después de casi 12 meses leyendo solo a mujeres y con la pila enorme que tengo no se va a acabar la racha pronto. Si me quedo corta, tengo a muchas otras mujeres que de todas maneras iba a leer en diciembre. Si se me alarga y estos libros superan el mes no me va a dar pena ni va a cambiarme los planes gran cosa.

¿Vosotros qué vais a leer durante octubre?

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24 de julio de 2017

A mí tampoco me gustaban las mesas de “mujeres y ciencia ficción”

Hace un par de semanas, casi como una premonición, en La nave invisible recuperamos un artículo de Susana Vallejo de hace casi 10 años. En ese artículo dice que no le gustan las mesas redondas que se hacen en cada convención de “Mujeres y ciencia ficción”, porque siempre se habla de lo mismo y para el mismo público.
El artículo se publicó por primera vez en 2008. Desde entonces, a unas dos convenciones por año, se han seguido celebrando esta clase de mesas. Llevo de convenciones desde la Hispacon de 2014 y doy fe de que ahí están, y salvo pequeños matices que aportan unas ponentes que están en una mesa y en otra no, el contenido siempre es el mismo. Si yo, que llevo tan pocos años asistiendo a festivales estoy cansada de estas mesas y solo asisto porque me gusta alguna de las escritoras que conozco o por el morbo de si algún miembro del público pregunta una tontería, no me quiero imaginar cómo están las mujeres que llevan décadas asistiendo a convenciones como público o peor, como ponentes.
Porque parece que en la literatura de género las mujeres solo pueden aportar este debate. Solo valen para reivindicar un lugar que en la práctica nunca se les acaba de ceder, porque realmente son las únicas mesas redondas que protagonizan.

Mesas redondas mujeres y ciencia ficción

Sin embargo, este Celsius de 2017 no ha tenido una mesa de mujeres y ciencia ficción. Miembros de la organización dijeron hace tiempo que, efectivamente, estaban hartas de estas mesas redondas, que siempre son iguales y no aportan nada. Antes de ver el programa intuía que este año no habría una en el cartel. Al terminar los cuatro días de Celsius nos hemos dado cuenta de que, al eliminarla, se ha eliminado cualquier protagonismo femenino del festival.
Si no fuese por la incorporación de última hora de Nieves Delgado a la mesa redonda sobre la novela corta y por el encuentro que organizamos desde La nave invisible, ninguna de las mesas redondas (que no fueron muchas) ni encuentros hubiera estado protagonizado por mujeres. Y eso que fueron muchas las escritoras que participaron en el festival, pero con presentaciones de libros y nada más.
Otras ediciones se habían planteado las mesas “Grandes damas de la ciencia ficción”, que llevaron a Pat Cadigan y a Nancy Kress un año y a Claire North y a Francesca Haig otro a hablar. Simplemente hablar. Con la distinción de “damas” frente a las otras mesas “neutras” pero completamente masculinas, pero ahí estuvieron. Porque las escritoras tienen mucho que decir más que recalcar que son mujeres. No asistí el año de Cadigan y Kress, pero sí vi cómo North y Haig hacían rebosar la carpa. Sin embargo, en 2017, con la cantidad de escritoras que estaban presentes en Avilés (Elia Barceló, Felicidad Martínez, Concha Perea, Cristina Macía, Begoña Oro, Ana Campoy, Iria G Parente, Selene M Pascual, Gabriella Campbell, Sofía Rhei, Malenka Ramos, Mayte Navales, parte del equipo y seleccionadas de Alucinadas III... y más, si pasamos por alto a las cabezas de cartel Lisa Tuttle, Ann Leckie y Rhianna Pratchett) con ninguna se hizo ninguna mesa redonda, ningún encuentro, ninguna actividad.

Como no ha habido una mesa en la que las mujeres hablen de su condición de mujeres, no ha habido ninguna mesa de mujeres. Quiero pensar que ha sido por una combinación de poco espacio en el cartel, pocas mesas redondas en general (que es una queja que se tiene todos los años: ¡más mesas y menos presentaciones!) y un despiste. No estamos acostumbrados a fijarnos en las escritoras y darles espacio para que nos presenten su obra, su experiencia o sus impresiones en diferentes temas. Aunque estén ahí delante de nosotros.

Ojalá se convirtiera en costumbre lo que hemos hecho en La Nave Invisible: reunir a un grupo de escritoras que tienen algo en común, solo por el placer de oírlas hablar, y preguntarles por su carrera y su obra. No por cómo es ser mujer. Sino cómo se pasa de la fantasía al terror, cómo crean suspense o qué les da miedo de sus libros.
Para nosotras ha sido muy fácil porque desde hace un año planteamos así todas las entrevistas. Las entrevistamos porque tienen una experiencia vital o literaria valiosa, porque queremos escucharlas. Pero sé que es difícil cambiar el chip. Es muy difícil hacer una lista de temas o preguntas autoprohibidas y empezar a buscar otros. Mis primeras entrevistas fueron muy difíciles; por suerte se está volviendo más sencillo y la selección de las preguntas cada vez es más rápida y eficiente.
Pero es muy satisfactorio. Y los resultados muchísimo más interesantes.

A mí tampoco me gustaban las mesas redondas de mujeres y ciencia ficción. Sin embargo, si son las únicas mesas redondas en las que puedo disfrutar de las escritoras, las prefiero. Si no forzamos un cambio, seguiremos siempre igual. Pero mientras lo forzamos y no conseguimos que nos salga solo, no podemos dar marcha atrás e impedirles que se pongan delante de un micro.

Lisa Tuttle, Elia Barceló y Gabriella Campbell han sido majísimas. Muchísimas gracias por acceder a nuestra petición y por soportar la incertidumbre hasta última hora. La próxima vez lo haremos mejor.

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15 de julio de 2017

Mendigos en España, de Nancy Kress

En 1991, Nancy Kress publicó una novela corta llamada Mendigos en España que ganó el Nebula y el Hugo. Dos años después, reescribió la novela, ampliándola y dándole dos continuaciones en los años siguientes. Como primera toma de contacto con la escritora, decidí empezar por la novela corta. Y por suerte apenas he tenido que leer 100 páginas. No sé si llamarle a esto una reseña, pero desde luego, habrá spoilers de por qué no me ha gustado. Leer bajo responsabilidad.

Mendigos en España reseña

Nancy Kress imagina un mundo en el que la experimentación genética en fetos permite conseguir bebés a la carta. No solo en su físico, si no también en otros atributos más difíciles de medir, como carácter, inteligencia... o la necesidad de dormir.
El padre de Leisha quiere un bebé modificado genéticamente que no solo será muy inteligente, trabajador y ambicioso, sino que no necesitará dormir. Él hace balance de su vida: si ha podido alcanzar el éxito desperdiciando un tercio de su vida en dormir, ¿qué no conseguirá su hija aprovechando ocho horas más al día?
Sin embargo, surge un problema inesperado: su mujer se queda embarazada de gemelas. Tendrá dos niñas: una estará modificada genéticamente, la otra no.

Así es como empieza Mendigos en España, una novela en la que las dos gemelas, aparentemente iguales, irán creciendo y distanciándose. Leisha será la niña mimada de papá mientras Alice y su madre son daños colaterales en esta relación y se verán relegadas a un segundo plano. Alice intentará rebelarse y alejarse de la visión enfermiza del mundo que comparten su padre y su hermana. Su madre, tras haber engendrado a las niñas, ya no es interesante para su marido y no tardará en desaparecer de la vida de su familia.

Roger, el padre, es seguidor del yagaísmo, una corriente neoliberal que propone que toda interacción con otro ser debe estar regida por un contrato: alguien ofrece algo a cambio de otro algo. El altruismo y el desinterés no tienen cabida en su mundo. Roger cría a Leisha bajo esta premisa, y los padres de otros niños insomnes también. A medida que estos niños crecen, estudian y van teniendo “éxito” en sus campos, crearán una sociedad basada en esta necesidad de sacar provecho, económico y personal, de todas sus relaciones.
Los insomnes crecerán sabiendo que son mejores. Sus genes modificados son la garantía de ser envidiados por los durmientes, seres inferiores que intentarán atacarlos y biocotearlos.

La novela me da muchos problemas. Las ideas neoliberales que propone Nancy Kress y que encarnan los personajes me provocan un rechazo directo y la suspensión de la credulidad con la novela. Un mundo basado únicamente en el aprovechamiento social y económico es inviable. Y sobre todo, la inocencia con la que Kress desarrolla estas ideas, sin ofrecerles problemas a sus personajes, complica aún más la inverosimilitud. La escritora pretende que me crea un mundo en el que nadie hace nada gratis: ni relaciones de amistad, ni colaboración de ninguna manera. Tampoco hay ocio distendido, ya que a todo se le debe sacar un rendimiento económico. Soy incapaz de entrar en ese mundo ultraegoísta e individualista.
Sí habrá un pequeño lugar para el altruismo en la novela. Nancy Kress intentará redimir 100 páginas de repetir el mantra del contrato en las dos últimas páginas. La idea de poder hacer algo gratis se abrirá camino en Leisha como una revelación mágica, pero es completamente inverosímil que la abrace cuando el contrato nunca le ha supuesto ningún problema: el contrato es la base de su vida y la novela está desarrollada alrededor de éste. El altruismo no es el fin de los problemas de Leisha, porque ella es completamente feliz siendo superior y envidiada por el resto de los humanos. Leisha no tiene grandes problemas. El contrato funciona para ella. No necesita el altruismo porque nunca ha necesitado comprar ayuda ni nunca ha sentido la necesidad de ayudar a nadie. Aparece como una revelación final, pero es casi una anécdota. Leisha no necesita el altruismo porque ha conseguido una vida casi perfecta a base de aprovecharse de su prójimo. Leisha presencia un acto de altruismo y de preocupación sincera por otro ser humano pero no le toca de cerca. Es una anédcota, no es una revelación que le pueda cambiar la vida.
El clasismo del que hacen gala los insomnes es desagradable. Ellos se creen mejores que el resto de los humanos solo por tener unos atributos diferentes (son más inteligentes pero son egoístas, avariciosos y carecen de empatía) y cuando sienten el rechazo del resto de la humanidad se hacen las víctimas. Son muy poderosos y se han hecho casi inmunes pero la escritora prefiere dibujarlos como las víctimas de una turba enfurecida; crea un grupo con poder e intenta hacer una metáfora del racismo. Una metáfora que no funciona porque los insomnes no tienen problemas, han creado un grupo cerrado de apoyo y saben defenderse. Los ataques a los que se ven sometidos, de todas maneras, no son importantes (no tener amigos en la facultad, tener problemas para acceder a un trabajo en concreto cuando hay otras empresas dispuestas a contratarlos...). Los insomnes no tienen miedo de los durmientes. Los durmientes son sus siervos y de vez en cuando una pequeña molestia en el zapato. Y aún así Nancy Kress intenta hacernos creer que son las víctimas de una sociedad intolerante.

Así, Nancy Kress da lugar a un mundo inverosímil y desagradable representado como algo deseable. Los personajes son igualmente desagradables, egocéntricos; los límites de su mundo se terminan donde termina su interés individual. Leisha tiene a su hermana, una durmiente, que intenta enseñarle durante toda la novela cómo es ser una durmiente, pero ella jamás se interesa por lo que tiene que contarle: Alice no es Leisha, y a los insomnes solo les importan los insomnes.
Hay detalles como este que me hacen creer que Nancy Kress quería transmitir lo contrario a lo que hizo: el altruismo y el desinterés son necesarios en el mundo. Nadie es mejor que nadie, ya que todos nos necesitamos. Sin embargo, no lo ha conseguido.

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18 de abril de 2017

La carrera, de Nina Allan

Dos universos, uno metido dentro de otro, cuyas historias se alternan para mostrarnos pedazos de vidas de sus protagonistas. La carrera se divide en cinco capítulos, ligeramente conectados entre sí, y que tendremos que ir relacionando a medida que avance la lectura.
Jenna vive en un mundo medioambientalmente estropeado, con su familia y los perros biónicos de carreras que son el centro del mundo de su hermano. Dentro de Sapphire pero unos capítulos más adelante, avanzaremos en el tiempo para conocer a Maree y el otro lado del mismo mundo. Maree parte de La granja para seguir su formación como persona altamente empática. En el mundo conocido por nosotros. Christy aprender a crecer y a romper los lazos que le unían a su familia. Tiempo después, Alex vuelve a traernos a Christy a las páginas para cerrar un capítulo que ella dejó abierto.

La carrera Nina Allan reseña

Nina Allan recrea cinco momentos clave en las vidas de los protagonistas de cada capítulo. Nuestro trabajo es ir recogiendo las pistas que nos deja para poder enlazar a todos los personajes y que la obra cobre sentido. Todas las historias están ligeramente conectadas entre sí, aunque Nina Allan no concibe la obra como un acertijo; más como un puzzle con piezas que encajan fácilmente a través de pequeñas revelaciones.
La voz que crea la autora para narrar cada una de las historias es increíblemente detallista. Le gusta detenerse en cualquier pequeño momento que pueda añadir relevancia o profundidad a los personajes o a los ambientes. A veces es tan detallista que parece que el lector pierde el hilo de la historia, aunque se recupera unas páginas después.
Sin embargo, no encontraremos largas disertaciones que expliquen el mundo ni caerá en una saturación de información: la voz narrativa va creando la historia, va haciendo entrar al lector en cada uno de los mundos como si se tratase de un monólogo, una conversación en la que no podemos contestar; de una manera informal y natural, saltando de personajes, tiempos y temas.

Sin embargo, La carrera no ha funcionado para mí. He encontrado el detallismo de Nina Allan excesivo e irrelevante en gran parte de los capítulos. Las historias me han resultado estáticas y demasiado lentas. Pero sobre todo, no me ha gustado el poco peso que tiene la ciencia ficción en la obra en general y en cada capítulo en particular. Esperaba más ecología, un mundo más diferente al nuestro y más elementos fantásticos. Nina Allan pasa de puntillas por los perros biónicos y Maree tampoco termina de entrar en un mundo que se antojaba precioso pero en el que la atención se la llevan los personajes. Christy y Alex viven en nuestro mundo y no hay ningún elemento fantástico en él con el que disfrutar.

 La carrera de Nina Allan está publicada por Ediciones Nevksy (ISBN 9788494591372)
*Muchas gracias a Nevsky por facilitarme un ejemplar para reseñar.

22 de marzo de 2017

El cuento de la criada, de Margaret Atwood

En El cuento de la criada seguimos a Defred, una mujer, criada, encerrada en una institución junto a otras criadas bajo la supervisión de su Comandante, las Marthas que las guían y las Esposas de los Comandantes que las acompañan.
Defred, que ha perdido su nombre y le han puesto uno que suena a posesión, vive bajo un régimen de terror en el que cualquier descuido, cualquier gesto malinterpretado puede costarle la vida. En un mundo en el que la mayor parte de las mujeres y hombres (aunque ellos jamás lo reconocerán) son infértiles, a Defred se le permite vivir solamente por el valor de su útero y de su capacidad reproductiva. Defred sigue viva, sigue comiendo, durmiendo y teniendo un techo, porque puede darle un hijo a una pareja poderosa que no puede. Pero el tiempo se le acaba y, o se queda embarazada pronto, o intuye qué harán con ella.

Cuento de la criada reseña

Margaret Atwood firma una distopía que, pese a que en la literatura anglosajona se le considera un clásico, llevaba muchos años descatalogada en España. Antes de empezarla busqué ejemplares de segunda mano por si acaso, y online estaban entre los 200 y 400€. Dicen que Salamandra sacará una edición nueva a la venta durante abril de 2017, pero estamos avanzados en marzo y aún no he escuchado ningún dato oficial. Lo que sí sabemos es que Hulu va a empezar a emitir la serie basada en el libro en abril y gracias a ella han hecho la reedición.

El cuento de la criada es una distopía, y aunque cumple con los estrictos puntos que forman el género, tiene varias diferencias respecto al resto de distopías clásicas: la más evidente es el miedo de Defred y el sometimiento hacia sus superiores. En las distopías habitualmente encontramos un rebelde, el protagonista que no se resigna a vivir bajo un régimen totalitario y va rompiendo las reglas poco a poco a ver hasta dónde puede llegar. En cambio, Defred está tan aterrorizada que su única rebelión es solamente de pensamiento: las conversaciones que tiene con el resto de criadas no son abiertamente rebeldes y el personaje que de verdad rompe las normas y escapa del terror no es un personaje activo en la novela, es solo un recuerdo.
Defred solo se permite dudar de pensamiento. Solo se permite escapar imaginando. Incluso cuando tenga la posibilidad real de romper las reglas no lo hará voluntariamente y se excusará en las órdenes de superiores. Quien se atreve a poner en entredicho el sistema, desaparece.
Margaret Atwood crea en esta novela un mundo muy opresivo, frágil y opaco. Las compañeras de Defred vienen y van y nadie sabe por qué. La tensión que rodea a las criadas se vive en cada escena, la presión que recae sobre ellas condiciona absolutamente toda su vida. La escritora además, decide mostrarnos solo retazos del mundo que rodea a la institución de la protagonista: apenas podemos reconstruir la anterior vida de Defred en base a recuerdos incompletos, y podemos imaginarnos la situación política gracias a detalles, porque no será explícita en ningún momento.

Cuento de la criada reseña

Personalmente, no me ha gustado la novela. Se me ha hecho demasiado larga y repetitiva. Como Defred no puede rebelarse, tenemos que seguir sus rutinas a lo largo de varios meses e ir hilando sus pensamientos y sus recuerdos, mientras no ocurre nada en realidad y Defred de la vueltas siempre a las mismas ideas. El mundo que crea Atwood es apasionante, pero apenas nos deja penetrar en él: lo importante es la protagonista y el mundo es solo un complemento. La novela tiene un arranque muy interesante y un final más dinámico que el centro de la novela, que es una meseta de repetición e inacción que se me hizo eterno. Le sigue un epílogo, del que leí cinco páginas antes de quedarme dormida (literalmente) y dar por finalizado el libro.
Entiendo los recursos que emplea Atwood para formar esta historia. Entiendo que es más efectivo mostrar el miedo y la impotencia de Defred impidiéndole actuar o cambiar de escenario que contarlo y permitirle entrar y salir de la institución o convertirse en Moira, pero no ha funcionado para mí. Entiendo que como novela corta, más que como novela larga, eliminando muchas de las escenas de paseo o nocturnas de Defred, es decir, eliminando muchas de esas repeticiones y rutinas, hubiese sido una historia con la que hubiese disfrutado mucho más, aunque quizás esa opresión quedase diluida.
Me han gustado, sin embargo, los temas que toca. Los escritores clásicos de distopías nunca se habían parado a reflejar en sus libros los derechos reproductivos y Atwood hizo una novela de ello. A pesar de que, como estamos viendo, cuando los gobiernos se vuelven hacia la derecha es uno de los primeros puntos sobre los que legislan. Si se dice que las distopías se crearon para advertir sobre lo malo posible, me gusta que Atwood haya puesto el tema en la mesa y haya mostrado de manera tan íntima el problema de dejar de ser una persona y convertirse en el recipiente de un útero válido. Aunque sea en una novela depresiva y agobiante.

El cuento de la criada está actualmente descatalogado. Puede encontrarse en bibliotecas en diferentes ediciones.

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3 de marzo de 2017

Los hombres me explican cosas, de Rebecca Solnit

Ser feminista parece fácil. "El feminismo busca la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres". ¿Quién no quiere eso? La teoría es muy fácil, pero en la práctica nos hemos criado y vivimos en un mundo machista y eso entra en conflicto con la teoría. Hemos tenido y tenemos que deconstruirnos, analizarnos a fondo, para encontrar qué creencias y costumbres no-feministas tenemos. Sin embargo, es muy común encontrarse con hombres que se declaran feministas pero la deconstrucción ni se la han planteado. Este análisis es importante para todos, pero sobre todo en ellos, porque el machismo les ha hecho privilegiados y aunque compartimos espacio, vivimos en mundos muy diferentes, con normas muy diferentes.

El feminismo no es un bloque ideológico y hay muchos debates abiertos. Llevamos unas semanas en twitter pidiendo que se nos escuche. Porque los hombres siempre hablan más alto y con más seguridad y tienen la costumbre de interrumpir cuando una mujer está hablando, cuando no de ni esforzarse en entender o que quiere decir. Y aquí es donde encontramos muchas actitudes machistas de hombres que no se han deconstruido, porque llevan el feminismo por bandera pero cuando toca hacer autocrítica (y la autocrítica exige humildad y llevarte algún palo) se la saltan. Hombres que reproducen mantras machistas como “las feministas de antes”, “histéricas”, “así lo estás haciendo mal”...

“Está loca” es el eufemismo habitual para “estoy a disgusto”.
Rebecca Solnit

Lo único que estábamos pidiendo, y que ha avivado debates en twitter, es que los hombres nos escuchasen, que dejasen de tapar lo que teníamos que decir, que dejaran de invisibilizar lo que tenemos que decir. Porque cuando un hombre no deconstruido se declara feminista y empieza a hacer reivindicaciones por su cuenta, nos sale un Dani Rovira en tacones.

Los hombres me explican cosas reseña Solnit

En Los hombres me explican cosas, Rebecca Solnit habla justamente de esto: de cómo se silencia la voz de las mujeres (y de cómo se recupera). Empieza con la historia de un hombre que le habló de su propio libro, sin haberlo leído, como ejemplo perfecto de un hombre que no está escuchando a una mujer cuando ella le dice “lo sé, lo he escrito yo”; porque una de las características de nuestra cultura es dar por supuesto que las mujeres no saben y hay que enseñarles.
Los hombres me explican cosas no está formado por un único ensayo, si no que es un compendio de diferentes piezas que Solnit escribió a lo largo de varios años, todos bajo la premisa de la invisibilización del discurso femenino. El libro no es homogéneo porque van variando los estilos y los temas: tanto nos habla de cómo una camarera de piso terminó con la carrera de Strauss-Khan como explora cómo explora Virginia Woolf sentirse invisible.
Al no ser homogéneo y tener tantos registros y enfoques diferentes, el libro puede parecer irregular aunque su calidad ni interés disminuyen en ningún momento. A pesar de todo, tiene capítulos brillantes que destacan entre el resto: "Abuela Araña" es tremendo, y los tres capítulos finales son el broche perfecto para demostrar que, aunque las mujeres están silenciadas, han conseguido cosas increíbles en las últimas cuatro décadas y que, juntas, vale la pena seguir hablando.

Los hombres me explican cosas se expresa en apenas 150 páginas, pero todas y cada una de ellas son necesarias. Los hombres me explican cosas consigue hacer una panorámica general de nuestra cultura, de cómo se calla a las mujeres y las consecuencias que tiene para ellas: desde vivir escondidas, invisibles en los árboles genealógicos; hasta ser asesinadas por negarle el "derecho" a un hombre a poseerlas. Apenas explora los métodos con los que los hombres silencian el discurso femenino, pero da las pinceladas suficientes para poder reconocerlo cuando ocurre.
Los hombres me explican cosas es un viaje breve, pero intenso. Como todos los libros de Capitán Swing que he tenido en las manos hasta ahora.

Aquí está, esta es la carretera, y puede que tenga mil millas, pero la mujer que camina por ella no está en la primera milla. No sé cuánto tendrá que avanzar, pero sé que no va a retroceder, pese a todo lo que tenga en contra, y además, no camina sola.
Rebecca Solnit

Los hombres me explican cosas, de Rebecca Solnit, está editado por Capitán Swing y traducido por Paula Martín Ponz (ISBN: 978-84-945481-4-7).

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24 de febrero de 2017

Acquaforte, de Paz Alonso

Aquaforte nos lleva a una Venecia que se ha convertido en una isla habitable en medio de la niebla. Una niebla que oculta horrores y que no se puede traspasar. Al caer la noche, suena el toque de queda y todos los habitantes deben protegerse en sus casas mientras de la niebla surgen unos monstruos, medio seres medio máquinas, que rodean la ciudad.
Beate es una aiunteri, parte del servicio de la reina. Su mejor amiga, Lara Vimaggio se ha casado con un noble y ambas se encuentran en lados opuestos de la vida social veneciana. Giacomo regresa después de varios años desaparecido de la ciudad y emprende la búsqueda de Beate.
Beate y Lara hacen una pequeña escapada a la laguna, y la noche les cae encima. Se saltan el toque de queda y son testigos de cómo los monstruos salen de entre la niebla... pero parece que no quieren hacerles daño.

Acquaforte Paz Alonso

Acquaforte es la segunda novela de Paz Alonso, y aunque por temática suponía que me gustaría más 20millones3, Venencia no tiene nada que envidiar al muro.
Acquaforte no es una novela que trate únicamente de la aiunteri Beate y el maestre de festejos Giacomo ni de las traviesas Beate y Lara; Acquaforte crea una Venecia nueva y con cada paso de los personajes vamos caminando por sus calles, conociendo sus costumbres y entendiendo por qué la ciudad está encerrada en sí misma. Pero tampoco es una novela sobre una ciudad y los personajes son una excusa: los personajes son uno de sus puntos fuertes. La guardia femenina homogénea y anónima que son las aiunteri, a las que vamos conociendo y descubrimos que no es tan homogénea ni anónima, la forma una masa de personajes interesantísimos bien formados que te dejan con ganas de conocer más de cada una de ellas. También salimos de palacio y exploramos el pasado de las aiunteri y de Beate: familia, padres, amigos...
Las guerras de poder en el palacio, que apenas llegamos a intuir gracias a Giacomo, podrían haber sido el eje central de la novela. La historia y la evolución de Lara podrían haber sido el eje de la novela. La historia de Venecia y sus nobles, que solo llegaremos a esbozar a modo de anagnórisis final, podría ser también el eje de la novela. Sin embargo, todo esto son detalles que vamos hilando a medida que vamos descubriendo la ciudad, que Beate profundiza en sus allegados y vamos conociendo a los personajes a fondo.
Todos estos elementos se van combinando en una historia difícil de describir, original y llena de detalles, de grandes descripciones, de lugares únicos y de un ambiente muy especial.
Me da miedo cuando relacionan Acquaforte con el steampunk, quizás porque el steampunk como género me ha decepcionado y Acquaforte me ha gustado mucho. Esta novela tiene una ambientación steampunk, pero no es una historia de aventuras ni de armas extrañas, científicos locos ni medios de transporte a carbón. Es una historia pausada, de descubrimiento, de conocer a los personajes y entender sus motivaciones. Sí es una historia de lujo renacentista, de máscaras venecianas, corsés y un poquito de mecánica analógica, pero es lo único que lo relaciona con el steampunk tal y como ha avanzado el género.

Acquaforte tiene un ritmo que me ha recordado a 20millones3: tiene un inicio muy potente, una meseta que te hace que te acomodes de la mitad en adelante... y cuando crees que la historia está cerrada, que no tiene mucho más que ofrecer, ocurre el equivalente a fuegos artificiales, una guerra y un terremoto todo en uno para dar tres últimos capítulos de infarto que le dan la vuelta a la novela y a la ciudad varia veces seguidas sin haber podido preveerlo.

Acquaforte de Paz Alonso está disponible en Lektu (pago social) y es la segunda novela de Paz Alonso. Su última publicación son dos relatos de ciencia ficción, Basura espacial.

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13 de enero de 2017

El cuento no vende

Recomendación antologías

El cuento no vende y nadie lee cuento”, me sorprendió escuchar en abril de este año pasado a un editor en una mesa redonda que se llamaba “El esplendor del cuento”. La mesa redonda, por lo menos a la parte que asistí ya que, como no pude aguantar la ristra de tonterías que se estaban diciendo, por educación me fui, giró en torno a esa premisa: el cuento es un suicidio editorial, nadie lee cuento, las antologías no venden. Hay grandes relatistas, pero.
Desde pequeña me gustan los géneros cortos, y ya antes de entregarme a la fantasía y la ciencia ficción disfrutaba con los cuentos: Carlos Casares, Raymond Carver, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo... Una vez dentro del género me guío más por editoriales (Fata Libelli, Sportula o los antólogos Mariano Villarreal y Marcheto) que por autores concretos, aunque leer a Ken Liu, Susana Vallejo, Tim Pratt, Mary Robinette Rowal... siempre son aciertos seguros. Llevo desde pequeña comprando, leyendo y difundiendo antologías. No quería llevarle la contraria desde un primer momento a un editor, que se supone que sabe más que yo, pero me parecía muy raro lo que estaba diciendo. Lo achaqué a que es un editor realista de los que desprecian el género y no conoce los mundos maravillosos que esconde.
Porque en el género sí creo que el cuento está vivo y es codiciado, a pesar de que en España menos que en otros países. Ken Liu se ha forjado su carrera a base de escribir cuentos magníficos; la novela ha venido cuando ya se había hecho un nombre muy grande. En los Hugo y en los Nebula las categorías de formas breves se miran con tanto ojo como las de novela. Las revistas, tanto de pago como gratuitas, incluyen cuentos en cada número, y al final de cada año se hacen grandes recopilaciones de lo mejor de cada una. Y no hablemos de los clásicos: Lovecraft, Poe... la parte de su obra más conocida son sus cuentos. Cuando empiezar a leer a Lovecraft no empiezas por La sombra sobre Innsmouth; empiezas por Los mitos de Cthulhu. Tenemos grandísimos relatistas, tenemos una gran cantidad de publicaciones cada mes y tenemos tradición de leer relatos. No podía creerme que publicar una antología de género, para una editorial, fuese sinónimo de perder dinero. Así que escuché a otra gente.

En el Niebla tuve la suerte de que hicieron otra mesa redonda sobre el cuento. Pero en este caso, participaba gente que conocía y en la que confiaba. Casi como poniéndomelo en bandeja, la titularon: “El triunfo de las antologías o 'es que los relatos no venden'”. Participaron Ricard Ruiz (antólogo y a quien siempre es una gozada escuchar), Felicidad Martínez (escritora que acaba de publicar una antología propia, además de ser cercana a la editorial Sportula), Mariano Villarreal (antológo) y Leticia Lara (blogger, podcaster y en general, experta en el género en los mundos anglosajones).
Ya desde el principio Ricard Ruiz me llevó la contraria: es cierto que el cuento no vende. Como norma general, las antologías venden menos que una novela. Sin embargo, siguió explicándose: el cuento no vende, pero es necesario.
El cuento crea lectores. Es breve, es intenso, es emocionante y no te hace perder el tiempo. En unas pocas páginas sabes si valió la pena o no: la inversión de esfuerzo es mínima a cambio de una gran recompensa. Hay escritores de género breve magníficos que son capaces de enganchar a las páginas a quien no es capaz de hacerlo con una novela. De nuevo, es una cuestión de tiempo y esfuerzo. A la novela hay que darle margen para que te meta dentro, especialmente alguien que no lee. Sin embargo, el deber del cuento es sumergirte en el conflicto en unas pocas líneas, porque no tiene tiempo para extenderse. Los relatos pueden ser una vía de entrada muy cómoda y gratificante para nuevos lectores.
El cuento explora géneros. Como lectores ya experimentados, si queremos conocer un género nuevo, es mucho más sencillo y efectivo agarrar una antología temática. Si no es para ti, puedes abandonarlo sin haber invertido tiempo, y en muchas ocasiones, dinero. Si te gusta, es una lanzadera perfecta hacia los autores que lo cultivan, hacia los temas que trata y los personajes que maneja. Además, el cuento puede permitirse explorar temas muy concretos y de actualidad que le costaría tratar a una novela; es el género perfecto para salirnos de nuestra comodidad y arriesgarnos con algo nuevo.
Ricard abrió un poco de esperanza para los cuentos en un futuro próximo: tal y como está diseñada nuestra sociedad y hacia donde nos encaminamos, el cuento es el género que mejor se adapta a nuestras prisas y nuestra falta de tiempo. El cuento tiene la extensión perfecta para leer en el metro camino al trabajo, en un hueco entre clases o en alguno de esos pequeños espacios de tiempo perdido que tenemos día a día. Leer una novela a fragmentos de 15 minutos se puede hacer interminable, pero encontraremos cuentos que nos llenen esos huecos. El cuento es el género del futuro, y ya hay máquinas expendedoras de cuentos en algunos metros.
El cuento es necesario, pero el cuento no vende. Menos lo que firme Mariano Villareal, porque A la deriva en el mar de las lluvias fue el título más vendido de Sportula en 2016 y Castillos en el Aire el 3º. Pronto termina un crowdfunding que puso en marcha para editar una nueva antología Dark Fantasies, recaudando casi el 150% de la meta inicial.

Extra: 
Para terminar la mesa redonda del Niebla, se propuso a cada ponente que recomendase un cuento. Estos son los nombrados:
"El zoo de papel", de Ken Liu (publicado en Terra Nova I; la antología homónima sale en mayo de 2017)
"El círculo de Jericó", de César Mallorquí (publicado en una antología homónima)
Dieciocho engranajes, antología de Nieves Delgado
"La epopeya de los amantes", de Miguel Santander (publicado en Terra Nova III)

Personalmente, no hace mucho hice una lista con Mis 10 relatos favoritos por si estos cuatro se hacen pocos. Porque el cuento me encanta y seguiré leyendo cuento, y atrayendo a más lectores a él.

El cuento es maravilloso. Y tiene futuro, porque está enganchando poco a poco a más lectores. El señor editor está convencido de que el cuento es un suicidio editorial, y se está perdiendo un género incomparable.

Imagen cogida del Facebook del Festival Niebla.
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Suficiente blog por hoy. ¡A escribir!