23 de marzo de 2015

En la mesilla de noche

Tengo un bloqueo “creativo”. Con el Camp NaNoWriMo a apenas una semana y con tantas lecturas paradas por encontrar otras que tenían más “urgencia” tengo menos temas de los que escribir, y menos tiempo, que nunca.
Para el CampNaNo no estoy preparando nada especial. Quiero corregir lo que escribí en el NaNo de noviembre de 2013, así que no estoy inmersa en esquemas, desarrollo de personaje ni ambientes. En ese NaNo escribí varios relatos cortos, y quiero darles un repaso, a la vez que le encuentro final y termino un relato de la misma temática que empecé un tiempo antes. No sé qué meta de palabras ponerme, ni siquiera sé cómo medir las palabras con las que voy a trabajar. Recuerdo que hay relatos que tengo que reescribir enteros, pero de otros solo tengo fragmentos. Es más, recuerdo que algunos tenían escenas de relleno para llegar a las 50.000 palabras. ¿Si las borro descontará? Ya veremos qué hago.
En cuanto a lecturas, no tengo una cola: tengo un atropello. La pila de libros acumulados en la mesilla de noche empieza a tambalearse de lo alta que es. En estos dos últimos meses me dediqué a empezar libros sin haber terminado los anteriores, con la auto-promesa de retomarlos después. Así, tengo parado El libro del cementerio de Neil Gaiman, La vida leída, de Alejandro F Orradre, Snow Crash de Neal Stephenson y tengo pendientes “leer-con-urgencia” Maus de Art Spiegelman y El final del duelo de Aleandro Marcos Ortega; Memorias de Idhún de Laura Gallego también está incluido en la pila, aunque no me corre tanta prisa. Actualmente estoy leyendo Mort de Terry Pratchett, con el que voy avanzando poco a poco.

Fuente
Toda mi energía creativa, y por lo tanto, las ganas y el tiempo para escribir en el blog, para investigar, buscar recursos o temas sobre los que escribir, las estoy invirtiendo en algo que no tiene ninguna relación: Expotaku A Coruña. Este será el quinto año (creo) que participaré en el mayor salón de cultura alternativa de Galicia. Sabéis que estoy aprendiendo a coser, pero tejo desde hace unos cuantos años y llevo todo este tiempo montando una mesa de artesanía dedicada al amigurumi (podéis verla, en mi otro blog, aquí). Además, me han encargado hacer un taller y lo estoy preparando.
Las artesanías en los salones normalmente estamos muy infravaloradas: nos colocan en una esquina, muchas veces mal iluminada, la gente apenas pasa por delante o ni se fija, las organizaciones no nos atienden... pero realmente trabajamos muchísimo. Expotaku se hace en Coruña a finales de mayo y estoy empezando a trabajar con el turbo ahora (mínimo cuatro horas diarias); llevo pensando en el evento y trabajando, aunque sea a menor ritmo, desde enero. Y aún tenemos que aguantar ciertas cosas de las tiendas con las que compartimos evento, por encima.
Intento reservar un par de horas cada noche para avanzar con las lecturas, y aunque sea, traer reseñas; pero normalmente termino tan cansada que apenas tengo media hora.

Como pequeño avance:
Mort me está gustando. Me gustó más el principio que cómo está avanzando hacia la mitad. Estaba buscando una excusa para dejar Snow Crash aparcado, y creo que se va a convertir en mi libro de viajar: o leo varias horas seguidas o me aburro a lo grande. Maus me lo fumaré en un par de días y luego lo comentaremos en el club de lectura de mi pueblo; a ver qué les parece lo de llevar dos libros de la II Guerra Mundial seguidos: la lectura del mes pasado (que yo no hice) fue Klaus y Lucas, de Agota Kistoff. Tengo que seguir convenciéndoles de leer ciencia ficción porque no saben salir de la II Guerra Mundial.

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11 de marzo de 2015

10 razones por las que leo en digital

Desde que aparecieron los primeros lectores electrónicos de libros, se formó el debate: ¿libro físico o libro digital? A veces parece que no se admite un punto intermedio, en el que los libros y los archivos puedan convivir, se ha visto el libro digital como la defunción de las páginas impresas y se han formado bandos radicales hacia ambas posturas. Seguro que no os estoy contando nada nuevo.
He estudiado Filología Hispánica. He trabajado en una biblioteca. Los libros como objeto me encantan. Aparentemente, podría pertenecer a ese grupo que se aferra a los libros físicos. Y durante un tiempo lo hice. Pero ahora me mantengo neutral, entre ambos formatos.
Personalmente, creo que los dos tipos de libros pueden convivir. Cada uno tiene sus ventajas y sus inconvenientes, he leído bastante en los dos, y no puedo decidirme por uno y excluir el otro. Pero hoy vengo a hacer una defensa del libro digital, porque me parece que se escuchan pocas..
¿Por qué leo en digital?

Razones para leer en formato digital

1- No ocupan espacio físico. En mi casa no me caben más libros. Tengo la estantería llena y los tengo apilados en sillas, mesas, e incluso en el suelo. No tengo espacio en casa para meter más libros, y los libros digitales no me ocupan.
2- No pesan. Sea un volumen grueso o uno ligero, el aparato siempre pesa lo mismo. Tengo Planetary en edición absolute, pesa casi 5kg y me duele leerlo, literalmente. Lo tengo a medias porque me cuesta agarrarlo y leerlo cómodamente.
3- El catálogo disponible es mucho más grande. Vivo en el rural. Las bibliotecas son pequeñas y solo tenemos una librería (y de fantasía no tienen nada). Encontrar un título concreto es difícil, pero con internet encuentro lo que quiero. Si es un libro desconocido puedo tardar un poco más, pero siempre acaba apareciendo. Tengo disponible el mismo catálogo que el resto de personas.
4- El catálogo es inmediato. No tengo que esperar a que la librería traiga lo que le pedí, ni a que alguien lo devuelva a la biblioteca. Lo descargo, lo leo. Al momento.
5- No tengo problemas con los libros clásicos o los descatalogados. Los clásicos son muy fáciles de encontrar, si no gratuitos aunque legales, pagando poco (o gratis pirata, que un clásico no daña a nadie). Los libros digitales no deberían descatalogarse, quizás un libro físico que ya no se imprime se puede conseguir en digital.
6- Son más baratos. Por norma general, los libros digitales son más baratos que los físicos. Eso si no tenemos en cuenta las descargas gratuitas, los pagos sociales o el pagar lo que se quiera, como se hace en Lektu. Hay libros muy buenos, de escritores indie o editoriales independientes, que no cuestan más de 3€. Leer en físico por ese precio es imposible.
7- Los escritores indie. Hay escritores muy buenos, con grandes historias, que no aparecen en editoriales ni imprimen lo que publican. He descubierto grandes libros que solo se pueden leer con un lector.
8- No huelen. Uno de los argumentos que más se escuchan a favor del libro físico es “su olor”. Pero es una desventaja cuando vives en un lugar con una humedad en la calle de alrededor del 90% todo el invierno y además le tienes alergia al polvo. Es desolador agarrar libros de la estantería y ver que tienen las páginas manchadas, arrugadas o que huelen a humedad. Y los libros digitales no me hacen estornudar hasta llorar.
9- Se puede elegir el tamaño de letra. Se acabaron las ediciones de bolsillo con márgenes mínimos y letra minúscula (o bestsellers de 50.000 palabras con letras enormes y márgenes como carreteras para llegar a las 500 páginas), ajusto el tamaño de letra a lo que me resulta cómodo de ver. Y cuando le presto el lector a alguien mayor al que le cuesta leer la letra pequeña, solo tengo que agrandársela.

y sobre todo:

10- No ocupan ni pesan al viajar. Viajo bastante, y vuelo con Ryanair. En los viajes en aeropuertos hay muchas horas muertas, y devoro libros en estas esperas. Pero cada centímetro de mi mochila está calculado, y no tengo sitio para cargar todas las páginas que puedo llegar a leer durante un viaje. En el último, leí más de 500 (dos libros breves y la mitad de uno grueso); no podría cargar con todo eso en la mochila, ni por espacio, ni por peso, ni por comodidad. El lector me cabe en el bolso.

¿Quién más que me lee tiene un lector y lo aprovecha? ¿Cuáles son vuestras razones?

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4 de marzo de 2015

La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares

En La invención de Morel nos encontramos leyendo parte de los diarios de un náufrago. El hombre que aparece como narrador de toda la historia no nos llega a desvelar su nombre, un recurso muy utilizado en este tipo de narración. Nos cuenta que vive en una isla, que huyó a ella, hace un tiempo que no sabe calcular, porque la justicia le persigue para meterlo en la cárcel de por vida. Nos cuenta que huyó a esa isla porque había escuchado que había en ella una maldición, y que la gente que la ocupaba moría al llegar a ella.
Cuando empezamos a leer sus diarios, vemos que el náufrago está solo en la isla. Nos habla de las extrañas mareas que a veces inundan sus costas, de sus dos soles y sus dos lunas y de su geografía y de cómo se alimenta. Cree que es el único habitante de la isla, hasta que descubre a un grupo de visitantes en las colinas.

La invención de Morel, Adolfo Bioy Casares, reseña-opinión

La invención de Morel es una novela corta de Adolfo Bioy Casares. A través de un diario (pero un diario incompleto, o un segundo diario, como deja entrever en un par de ocasiones) los lectores conocen la isla y a los habitantes que aparecen por sorpresa, con mucho más detalle que al personaje narrador, del que apenas sabemos nada. Esta novela me ha causado reacciones muy diferentes:
Por un lado, la estructura de la novela y la historia me han encantado. Me gusta mucho cómo presenta a los extraños, cómo los va conociendo y cómo le va desgranando la información al lector. Crea un halo de misterio a su alrededor que, como tarda en empezar a desvelar, da tiempo a elaborar muchas teorías. Y sabéis que me encanta poder especular con los misterios de las historias.
La historia avanza a pocos, no suele dar mucha información de golpe. Aunque pasan muchas cosas raras en la isla, aparecen de manera dosificada, para poder asimilarlo. El narrador va conociendo a los visitantes y poco a poco se los va describiendo a los lectores, dejando mucho espacio para elaborar teorías, unir toda la información que nos ha dado y sobre todo, dejando muchas anticipaciones que llevan a equívocos. Los visitantes no son lo que parecen al principio. En realidad, hasta el final, nunca dejarán de no ser lo que parecen.
La información para resolver el misterio de los visitantes y de cuál es la invención de Morel que le da título al libro, aparece tan fragmentada que, aunque el lector la recuerda y la va uniendo, el narrador tarda en encontrarle su sentido. Se crea un juego parecido a un puzzle, en el que el lector va uniendo piezas y después, el narrador le va confirmando si tiene razón. O le da una pieza nueva que hace que haya que volver a empezar a construir el puzzle.
Sin embargo, hay muchas cosas que no me han gustado. Para empezar, el estilo del narrador, con esa pseudo retórica que abusa del hipérbaton pero que no consigue crear nunca un ritmo que lo justifique. El narrador crea un estilo grandilocuente que me recuerda a la narrativa del siglo XVII, y que queda fuera de contexto. Es un discurso tan retorcido e incluso lleno de “lecciones” sobre la condición humana o moralinas, todas superficiales, que se me hizo difícil la lectura. No fui capaz de meterme en la historia por culpa de este discurso, a veces tan oscuro que me distraía durante párrafos enteros.
Me ha dado a impresión de que hay cosas que deja sin explicar: de repente me vi con el narrador encerrado en una sala llena de máquinas de la que no puede salir, pero sin saber cómo llegó a entrar. También hay un par de detalles al final del libro, sobre sus últimas horas, que me parecen mal explicados. Quizás sea simplemente que este discurso me distraía y hay cosas que me he perdido.
Tampoco me ha gustado la relación entre el narrador y Faustine. Incluso pasando por alto que intenta imitar las relaciones medievales y románticas, me ha parecido exagerada, innecesaria, aburrida y sobre todo, inverosímil. El autor cree que nos creemos a la primera que él se enamora de ella y su misterio, pero solo se limita a suspirar y a hacer cábalas sobre ella. El lector no la conoce y se intuye que el narrador tampoco. Es un capricho que se exagera hasta el absurdo y sobre todo, el aburrimiento. Esta relación no ayuda a la historia a avanzar, no aporta nada nuevo sobre los visitantes, ni siquiera ayuda a poner en perspectiva el invento. Sin ella, la historia no solo no perdería nada, si no que creo que ganaría.
A pesar de esta relación exagerada, sí me gusta cómo el narrador se relaciona (o deja de relacionar) con el resto de visitantes. Me hubiera gustado que Morel hubiese tenido un poco más de presencia, y sobre todo, no marcada por los celos ciegos del narrador, pero su escena final es grandísima.

La invención de Morel, Adolfo Bioy Casares, reseña-opinión
Sawyer, de Lost, leyendo este libro.
Empecé este libro porque lo encontré listado como literatura steampunk, y tenía mucha curiosidad. Obviamente, cuando Bioy Casares lo escribió en 1940 no estaba pensando en el steampunk, pero creo que sí podemos ver muchas influencias de la tecnología analógica y la ciencia ficción de los 50 años anteriores. No puedo contaros cuál es el invento de Morel porque destrozaría la novela, pero a los lectores de la ciencia ficción que juega con los inventos mecánicos, con el vapor, con un poco de fantasía y no tanto con su precisión científica les va a gustar.
A mí, como dije antes, me dejó con dos impresiones muy diferentes: el misterio, la isla y el invento me encantaron, mientras la retórica y las relaciones entre personajes no me convencieron. Estoy segura de que es este tipo de que obras que, conociendo el final, agradecen una segunda lectura y el misterio se interpreta de una manera muy diferente.

La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares se publicó por primera vez en 1940. Actualmente se puede encontrar en muchas ediciones de diferentes editoriales, normalmente junto a otras obras breves.

Suficiente blog por hoy. ¡A escribir!