Tenía muchas ganas de leer algo de China Miéville. Había escuchado cosas buenas sobre él y sobre el new weird, pero no tenía ni idea de qué me esperaba hasta que me sumergí en Embassytown. Voy a intentar hacer una sinopsis y una reseña que se acerquen al libro, pero no puedo prometer ser fiel a él o ser capaz de transmitir qué se encuentra dentro de él. Va a ser todo un reto.
Avice ha crecido entre las calles de La ciudad embajada, en el centro de un planeta poblado por humanos -terres- y Anfitriones, una raza alienígena con la que la comunicación es dificilísima.
Al crecer, Avice tiene la oportunidad de hacerse inmersora y trabajar en el exterior, pero después de casarse con Scile, un lingüista investigador, vuelven a la ciudad embajada. El interés de Scile por la comunicación entre Anfitriones le lleva a dedicar su vida a su estudio.
Pero él jamás podrá comunicarse con sus vecinos: la lengua de los Anfitriones carece de referente: la propia consciencia de estar hablando es el referente; además de tener una lengua no lineal en la que los sonidos se superponen, y que solo parejas especiales de humanos pueden pronunciar.
Con la llegada de un nuevo Embajador (las personas que pueden pronunciar el lenguaje Arieke, de los Anfitriones) y su nuevo discurso, las relaciones, hasta entonces pacíficas y respetuosas, entre terres y Anfitriones se rompen y se desata un caos que puede destruir la ciudad e incluso el planeta.
Cuando empecé la novela, los primeros comentarios que hice en twitter decían que cómo demonios iba a explicar esta enormidad de novela. Y esa es la palabra que se me ocurre para describirla: es enorme, es inmensa, es muy difícil de explicar o resumir. China Miéville no solamente construye un mundo habitado por una raza alienígena: construye un universo entero.
El autor destroza todo lo que damos por supuesto sobre todo: crea un nuevo sistema de universos, donde más de uno es posible -pero no en el sentido en el que estamos acostumbrados a los universos paralelos-, crea el ínmer, ese estado-lugar-momento que no se puede entender ni explicar, solo vivir. También destroza y rehace la percepción y medición del tiempo: es absurdo extrapolar las medidas usadas en la Tierra para medir el tiempo en planetas a lo largo de todo el universo, así que tenemos nuevas medidas de tiempo independientes de los días, meses y años. También destruye la morfología de las ciudades y la tecnología: nos encontramos con una ciudad viva y no en un sentido metafórico; la tecnología, la arquitectura y la biología se combinan para crear un paisaje que nunca me podría haber imaginado. ¡Rompe incluso el número gramatical!
Pero sobre todo, rompe con las bases de la comunicación, tal y como la conocemos y experimentamos los humanos. Nos encontramos con lenguas que rompen normas que las humanas no pueden violar y que solamente podemos imaginar: como que el referente de las palabras no sea un concepto, si no la consciencia y la intención de quien las está pronunciando.
De ahí que las primeras páginas parezcan densas, porque te encuentras con un universo totalmente nuevo y diferente al que conoces, y Miéville da las explicaciones justas. Pero una vez te sitúas, aprendes cómo funciona La ciudad embajada, conoces el mundo en el que se mueve Avice ves cómo todo empieza a rodar.
A pesar de eso, creo que merece la pena el esfuerzo. Con ganas de hacer una suspensión de la credulidad durante unas pocas páginas, te encuentras con una historia tremenda sobre lo frágil que es la convivencia entre dos especies destinadas a no poder comunicarse. También te habla sobre la importancia de conocer a nuestros vecinos, de intentar aprender de ellos para que ambas especies puedan sobrevivir, pero sobre todo, lo que está presente a lo largo de toda la obra, es la importancia de la comunicación. Como medio de supervivencia, como medio económico, político, o científico. La comunicación y el lenguaje son los motivos alrededor de los que se mueven todas las tramas.
A pesar de todo, lo que más me ha costado de todo fue imaginarme a los Anfitriones. China Miéville da muy pocas explicaciones sobre su físico, sobre todo porque se centra en su comportamiento, que al principio parece aleatorio e imposible de entender. Sin embargo, poco a poco vamos descubriendo que no son tan extraños, empezamos a entenderlos y a entender sus fiestas y momentos de diversión. Me hubiera encantado poder asistir a un festival de mentiras. También, a base de convivir con los Anfitriones fui conociéndolos físicamente, entendiendo qué son los cascos, el abanico o la utensilia y cómo los usan.
Pero además de destruir, también construye: construye varios sistemas lingüísticos completos. No solamente el Idioma de los Anfitriones, irrealizable para los humanos, si no también el propio lenguaje humano. La novela está llena de neologismos, palabras compuestas y nuevos conceptos, para describir el mundo de la Ciudad Embajada; en parte es por ellos por los que hay que hacer ese esfuerzo para sumergirse en la historia.
Pero además de destruir, también construye: construye varios sistemas lingüísticos completos. No solamente el Idioma de los Anfitriones, irrealizable para los humanos, si no también el propio lenguaje humano. La novela está llena de neologismos, palabras compuestas y nuevos conceptos, para describir el mundo de la Ciudad Embajada; en parte es por ellos por los que hay que hacer ese esfuerzo para sumergirse en la historia.
Y China Miéville es capaz de hacer todo esto con una novela que no decae en ningún momento, que mantiene un ritmo de acción y de descubrimiento constante, en el que no faltan los giros argumentales y las sorpresas, además de personajes memorables y entrañables (tardaré en olvidar a Bailaora española). Una vez que conoces el universo de La ciudad embajada, a los Anfitriones y los Embajadores, es una gozada pasear junto a Avice entre sus fiestas, reuniones y Embajadores.
Ahora, ¿recomendaría este libro? No lo creo. Me parece un libro tan difícil, tan especial, que no creo que sea un libro para recomendar. A pesar de lo que disfruté leyéndolo, para entenderlo hace falta hacer un esfuerzo que no quiero imponer a nadie. Lo único que puedo hacer es intentar venderlo lo mejor que pueda y crear ganas de leerlo: así, repetiré mil veces todo lo que disfruté con él, lo enorme que es, y así intentar picar a alguien a leerlo, a hacer ese esfuerzo, porque va a valer la pena.
No puedo cerrar la reseña sin volver a rendirme ante los pies de Gemma Rovira, la traductora de la novela. Las últimas novelas traducidas por ella estaban impecables y perfectas (como La era de huesos y toda su terminología como “onirosaje”), pero esta va un paso más allá. Leer libros traducidos por Gemma Rovira es una garantía de calidad de la novela y por supuesto, de traducción.
Embassytown está publicada en español por Fantascy (ISBN 978-0345524508). Durante este mes de mayo saldrá a la venta en España UnLunDun, pero con Oz Editorial. No recomendaré este libro y no lo regalaré por eso que he explicado, pero no quiero que sea mi último libro de China Miéville y a mí me gusta hacer ese esfuerzo, eh. /indirecta
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Pues a mi me has convencido precisamente por la complejidad de la que hablas, parece que a la gente le asusta leer algo un poco denso o donde haya que pensar un poco. Además, parece que tiene temas interesantes.
ResponderEliminarTiene una pintaza increíble. Nunca me he atrevido con el autor, porque no tiene tantos títulos famosos en premios que no se por donde empezar, pero tu reseña me dirige hacia Embassytown. Además me gusta cuando crean un mundo complejo alrededor de la historia, lo hace interesante, ... en ocasiones me quedo con ganas de saber más.
ResponderEliminarTodo lo que escribe este hombre es increíble. Pero no creo que sea tan complejo, la verdad!
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