Este puente me fui de viaje y me llevé conmigo La máquina del tiempo, de HG Wells. Tenía miedo de que no me llegase para todo el tiempo que estuve fuera, porque tiene muy pocas páginas... y me equivocaba a medias. Me duró un suspiro, y en el avión de vuelta tuve que volver a empezarlo. Pero no me costó nada, porque me ha encantado.
Es curioso que haya escogido leer este libro justo ahora, que estoy en pleno NaNo con la meta de las 50000 palabras, cuando creo que esta novela no llega a tener tantas. Y es que es muy breve y con un argumento muy sencillo: El Viajero del Tiempo (que así se le llama al personaje) hace un viaje en el tiempo a un futuro muy lejano, el año 802.701 concretamente. Allí se encuentra una Tierra y una humanidad tan diferentes que le parece que ha viajado a un planeta diferente, no a un tiempo diferente. Cuando decide volver descubre que su máquina del tiempo ha desaparecido... y tiene que recuperarla.
En esos 8 días que pasan desde que El Viajero del Tiempo llega a la Inglaterra del año 802.701 descubre el nuevo orden social, o eso le parece. La lengua de los habitantes de ese tiempo dista mucho del inglés del siglo XIX, incluso la fisionomía de sus habitantes también ha cambiado, y se basa sobre todo en hipótesis. La Tierra es un lugar muy diferente a cómo lo conocemos ahora, el resultado de haber pasado por el máximo desarrollo tecnológico y científico humano. Pero el eterno jardín que parece que es en un primer momento tiene oculta una cara cruel y peligrosa.
La premisa del libro parece sencilla. Casi todo el libro está narrado de manera lineal, desde el extraño flashback-flashforward de “os cuento en pasado lo que he vivido en el futuro”, sin lugar a saltos temporales dentro de ese relato. Pero Wells es un narrador extraordinario y el libro engancha, aunque en algunos momentos parezca predecible y con un ritmo lento.
Wells engancha al lector desde el primer capítulo. En él, presenta una nueva hipótesis sobre la dimensión del tiempo y el espacio, explicada de una manera científica que convence al lector aunque no a sus personajes. En el siguiente capítulo, el Viajero del Tiempo aparece misteriosamente de nuevo ante sus interlocutores, tras su viaje en el tiempo, y entonces empieza su narración. Pero Wells no nos da ningún descanso, y explota al máximo todos los recursos anticipatorios que tiene a mano. El Viajero del Tiempo observa y comenta, para luego desdecirse, o adelanta por encima giros argumentales, sin profundizar en ellos. Y tienes que seguir leyendo, más y más, para entender qué te dice. Estuve leyendo esperando para embarcar en el avión, y cuando me di cuenta, estaba en el hotel leyendo después de comer y antes de dormir. Quería avanzar y conocer más.
A todo esto se suma un final con una acción trepidante y tensa, de la que no puedes escapar. Las últimas páginas te atrapan y no puedes dejar al Viajero del Tiempo a merced de los morlocks durante mucho tiempo.
En conclusión: me ha encantado. Ha sido mi primer contacto con Wells y estoy deseando coger otro libro suyo. Este hombre sabe narrar y enganchar al lector, además de tener una imaginación desbordante y la originalidad de las historias con las que trabaja.
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