Ni siquiera hace dos semanas, después de terminar de ver uno de los capítulos de How to get away with murder, me puse nostálgica: hay algo que me falta en mis series, porque aunque How to get away with murder es adictivo, desde que se acabó Pretty Little Liars tengo un hueco que no consigo llenar. Un hueco que durante años llenó, primero Gossip Girl y luego Pretty Little Liars.
Y entonces llegó a mí El piso mil.
No era lo que esperaba. Cogí el libro en la biblioteca sin saber de qué iba, porque me llamaba la atención quién lo había traducido (Manuel de los Reyes, que os sonará por Brandon Sanderson y Paolo Bacigalupi). Y siempre que he escogido un libro por su traductor, he acertado. Lo único que sabía del libro es que hay una chica que cae de una torre altísima (porque la contraportada dice poco más) y estoy maravillada con lo que encontré dentro.
Avery, Leda, Eris, Rylin y Watt viven en una torre de mil pisos, que es en sí una ciudad. Los pisos superiores están reservados a los ricos, mientras las familias más humildes se hacinan en los inferiores. Los cinco chicos viven en la misma torre, pero no todos son amigos: les seguiremos mientras sus vidas convulsionan, se cruzan y se relacionan. Porque el dinero no te hace inmune a los problemas, y así como los cimientos de la torre son sólidos, sus vidas se van a tambalear como nunca hubiesen esperado.
En la sinopsis y en el prólogo adelantan que una chica cae al vacío desde la azotea de la torre. Y es cierto: hay una chica, que hasta los últimos capítulos no sabremos quién es ni qué le ha pasado, que se mata tras caer más de más de cuatro kilómetros de alto. Sin embargo, no es el misterio de quién será ella ni cómo llegó hasta allí lo que te hará seguir leyendo. Porque los cinco (o los diez, porque también conoceremos a Atlas, Cord, Mariel, Nadia, Hiral, Chrissa... y sus padres) consiguen tenerte sin querer cerrar el libro con sus vidas, sus líos y sus problemas.
Hay muchísimas cosas que me han gustado de El piso mil. Por una vez, me he entregado a unos personajes originales y carismáticos. A pesar de que a priori podríamos encontrarnos con la ya típica protagonista femenina irritable y caprichosa (como en Un cuento oscuro), la autora no se ha conformado con escribir personajes típicos y fáciles de conocer. Todos, incluso los secundarios, tienen su personalidad, su pasado, sus aspiraciones y su futuro. No he reconocido otros personajes en estos, y cuando creía conocerlos, hicieron algo que les dio una nueva dimensión y añadió profundidad. Son personajes vivos, personajes que se dejan conocer y con los que no se tarda en empatizar.
Aunque queda en un segundo plano, la novela tiene una visión futurista y optimista de la ciencia ficción que, aunque discreta, termina siendo imprescindible para entender a los personajes y su mundo. La trama principal no es la ciencia ficción, pero sí se apoya en ella: las lentes de contacto, la siguiente generación a las tablets, tiene a los protagonistas consultando información dentro de sus ojos; encontramos una IA que puede pasar por una persona; la propia existencia de la torre; las drogas comunitarias, controladas a distancia... No es una distopía, los protagonistas no tienen que salvar al mundo y sus vidas solamente les importan a ellos y a los lectores: se agradece el cambio de temática por fin.
Casi todas las tramas de los protagonistas se basan en sus problemas amorosos, pero los temas que toca no se quedan ahí. El piso mil es una novela juvenil, pero se aleja en muchos aspectos de otras que he estado leyendo últimamente. A pesar de la frivolidad de algunos de los problemas de los chicos, trata temas serios y con seriedad. La visión dura y aplastante que da de las drogas hace mucho que no la encontraba en ningún libro. Creo que no la encontraba desde los libros juveniles que se publicaban cuando era adolescente, que coincidió con una propaganda anti drogas onmipresente que nos llegaba desde todos los frentes: la literatura también. Hasta que leí las adicciones de Leda no recordé todos los años que hacía que no veía el tema tratado con detenimiento y seriedad en una novela -lo que no quiere decir que también se muestre la parte recreativa y no peligrosa de ellas.
Como digo, es juvenil, pero tiene un tono diferente a otros libros de este género que he ido encontrando últimamente. Y este tono se ve especialmente en el sexo. Crepúsculo fue el culmen de los libros juveniles mojigatos aleccionadores a favor de la abstinencia y el puritanismo, pero en El piso mil se aleja de esta visión: los personajes mantienen relaciones sexuales, fuera del matrimonio; algunos admiten que regularmente: y no pasa nada. Sin embargo, las escenas de sexo son la excepción y alguna tiende a la cursilería; pero es otro cambio de tono que se agradece.
Pero tampoco pierde la oportunidad de hablar de la pobreza y el clasismo. Las vidas de los protagonista están condicionadas por el dinero, por su abundancia o por la falta de él. Veremos la desesperación en varios de los personajes, además del clasismo sucio y desagradable de algunos de los que viven en la cima de la torre. Los protagonistas, aunque sus vidas terminan cruzándose, son muy diferentes entre sí, y una de las diferencias más marcadas es su dinero: no es lo mismo dedicar el día a relajarse en un spa que a pasarlo en dos empleos para evitar que le deshaucien.
El piso mil, además, es heredero de las peticiones de diversidad e inclusión que se llevan haciendo ya durante un par de años en las redes: la autora no ha escatimado en razas (causásico, negro, árabe, asiático occidental, asiático oriental... y seguro que me dejo alguna) y ha contemplado la homosexualidad en las relaciones de los protagonistas. Sin embargo, esta representación se me ha quedado corta. ¿Qué sentido tiene indicar que un personaje es claramente descendiente de asiáticos si no le aporta ningún rasgo a su personalidad, a su vida o a su visión del mundo? ¿Es relevante comentar la raza de un personaje si la descubres en el penúltimo capítulo? No son preguntas retóricas, y son cuestiones a las que les he estado dando vueltas desde que me di cuenta de la variedad de razas en los personajes.
Solamente tengo una queja del libro: y son todas las líneas dedicadas a describir el vestuario de los personajes. Es cierto que para ellos es importante, y en obras de referencia como Gossip Girl también es importante, pero al ser una serie no necesitamos esa descripción; sin embargo, a veces parecen demasiadas y sobre todo, innecesarias. Hay personajes a los que no les importa su aspecto, y más en escenas en las que es irrelevante, encontramos igualmente esa descripción. Para ser la única queja tampoco es para tanto.
El final tampoco me ha convencido. Tras desvelar quién se cae de la torre y cómo me parece que se ha forzado que quede la trama tan abierta. En los capítulos anteriores ya se ve claro que el final va a ser abierto, y en Goodreads ya está apuntada la segunda parte de la novela, pero queda muy artificial esa conclusión-revelación final y que presumiblemente será el hilo que seguirá la secuela.
Lo he buscado, y me parece mentira que todavía no haya fanart de esta novela. No en el fandom americano, porque el español de momento no existe. Como RBA le dé un poco de publicidad a esta novela os vais a hartar de ella. Y yo seré feliz.
El piso mil de Katharine McGee está publicada por Molino (RBA) (ISBN: 978-8427210325) y traducida por Manuel de los Reyes. Al principio se anunció como una novela única, pero en Goodreads aparece la segunda parte (todavía sin título ni fecha de salida).
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