Orbital, de Samantha Harvey
Un
día a bordo de la Estación Espacial Internacional: cómo es la rutina y
cómo es la vida a bordo de una de las hazañas más grandes de la
humanidad. Eso, ni más ni menos, es Orbital, de Samantha Harvey. Cómo es
despertarse cuando vives 16 amaneceres cada 24 horas, cómo se mide el
tiempo cuando estás físicamente fuera del planeta con el que evolucionó
nuestro cuerpo para amoldarse a él. La Estación Espacial Internacional:
un hito humano y tecnológico, que desde hace casi 30 años lleva
orbitándonos y por el que han pasado más de 200 personas diferentes. Personas que hacen cosas, y que tienen recuerdos y aspiraciones y que, cada a su manera, tienen una relación especial con el planeta y con el espacio.
Los
protagonistas de Orbital son tan variados como los verdaderos
astronautas: son seis científicos, de cinco países diferentes, que pasan
sus días dentro de una caja de metal, con la presencia eterna de la
Tierra al otro lado de las ventanas. Son científicos y tienen sus
misiones: pero también son seres humanos, que tienen recuerdos, familia,
amigos y sus propios lazos con el planeta que han abandonado.
Orbital
es una novela contemplativa, lenta, que no tiene más argumento que los
quehaceres diarios de sus protagonistas. Cuidar las plantas, arreglar el
inodoro, comunicarse con la NASA, enviar las fotos que les piden,
calentar la comida, repetir y repetir. Nos acerca a la vida en la ISS
sin aspavientos y sin fantasías: todos hemos sufrido con Gravity y hemos
visto muchas películas de astronautas que lo pasan mal. Los de esta
nave no: los de esta nave tan solo trabajan, se relacionan y descansan; todo va como estaba previsto y la rutina de cada día es la misma.
La
parte mayoritaria de la novela se desarrolla en el espacio, pero no es
ciencia ficción. No ocurre nada que no pueda pasar (o que ya haya
pasado). Es una novela realista con un escenario poco frecuente, pero
absolutamente real.
A pesar de desarrollarse en el espacio, yo creo que esta novela habla
fundamentalmente de la Tierra. Va sobre la enormidad de la existencia.
Sobre esa fascinación intrínseca al ser humano con su planeta de origen:
al final, lo que están haciendo los astronautas en el espacio es
conocer mejor la Tierra: cómo reaccionan los organismos sin gravedad o
cómo se desarrollan los fenómenos climatológicos allí abajo. Todo va
sobre ella.
Orbital
no es una novela de ciencia ficción, pero creo que le hubiera sentado
bien haber cogido algunas cosas de ella. Porque a Orbital, a pesar de
estar suspendidos en el espacio, a un paso de la eternidad, y de poder
observar la Tierra desde lejos e incluso de echarla de menos; le faltan
las emociones. Los astronautas siguen con su día, hacen sus
experimentos, miran al planeta con nostalgia, y sin embargo, todo es tan
estéril como el propio espacio. No hay ninguna emoción en el espacio ni
en la constatación de lo grande del planeta y del tiempo y lo pequeño de los
hombres. No hay admiración, ni orgullo, ni miedo, ni sentido de la
aventura. Las cosas pasan, no causan nada en los personajes ni en los
lectores. Pasan algunas cosas, luego pasarán todas. Y darán todas igual.
Me
gustaba muchísimo la premisa de Orbital. Pero me ha aburrido. Página
tras página, todo lo que ocurre es insustancial y monótono, y pude
saltarme capítulos y retomar en el siguiente sin haberme perdido nada. Y
me ha dado mucha rabia porque me encantan las historias del espacio.
Orbital está publicada en España por Anagrama y traducida por Albert Fuentes.



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