Las editoriales que despreciaban a sus lectoras

En septiembre de 2024 (aunque se ha hecho viral a principios de 2025), el CEO de Harper Collins, Brian Murray, visitó Madrid y le concedió entrevistas a varios medios, entre ellos La Vanguardia y El Confidencial. En ellas, confirmaba que ya están traduciendo libros utilizando la inteligencia artificial.
Él lo comenta, como de pasada, para El Confidencial, "las buenas herramientas (de inteligencia artificial) que ya estamos poniendo en marcha en nuestros negocios. Herramientas de marketing, herramientas de traducción, herramientas para crear audiolibros con voces digitales...". La pregunta de La Vanguardia es más directa, y él también: "¿Usan ya la IA para traducir? Sí, no para todos los libros, pero para algunos el mercado es demasiado pequeño para permitirnos un traductor. Incluso hay escasez de traductores. En Alemania la espera es larga. Creo que en el futuro usaremos traductores, pero el primer borrador lo hará la IA. El tiempo y el coste se reducirán, y podremos ampliar enormemente el número de libros que se traducen. Para los mejores autores literarios siempre usaremos traductores de principio a fin."

Una chica joven alarga una mano para tocar un libro en una estantería de una librería. Foto de stock.

Esta respuesta traído muchas reacciones. La principal es el comentario de que las IAs no pueden traducir. El resultado en el texto no es apenas mediocre; no llega a digno. Todos hemos lidiado con textos que han pasado por traductores automáticos y sabemos lo inciertos que son; aplicarlo a un libro, por mucho que lo haga una "inteligencia artificial" no mejora el resultado.
Los traductores llevan ya un par de años denunciando que la posedición (revisar lo que traduce una IA en un primer momento, lo que defiende Brian Murray) produce peores resultados y lleva más tiempo de trabajo que hacer una traducción desde cero con solo humanos especializados.
No voy a meterme en detalles porque no soy traductora y ellos lo están diciendo mucho mejor que yo, pero la idea, apoyada y demostrada desde hace años es esa: la posedición no acorta tiempos ni ayuda con el proceso, ni una IA puede traducir de una lengua a otra; no digamos ya mantener el estilo, el ritmo, los juegos de palabras, las referencias o incluso neologismos. No puede.
 
Cubierta de Café con aroma a calabaza en su versión en inglés. Es una ilustración en colores cálidos de la fachada de una cafetería: una entrada estrecha, de puertas dobles, bajo un toldo semicircular. Tiene un ventanal al interior del edificio y lo que sería la fachada del segundo piso es un cartel con el título del libro.
Hace unos días salía en redes sociales el título The pumpkin spice cafe, de Laurie Gilmore, que se ha publicado en España como Café con aroma a calabaza no lo ha traducido nadie porque lo ha hecho una IA. El tema se descubrió cuando una bookstagrammer, que había recibido el libro por parte de la editorial (Harper Collins) para hacer una reseña, le comunicó que era ilegible y que, ni pasado el 20% iba a abandonarlo porque el texto no tenía sentido. Luego publicó las capturas en su perfil para denunciar el libro defectuoso que iban a intentar vender.
Los libros traducidos con IA no son solo difíciles de leer: son ilegibles. Se ha visto cuando se han usado en subtítulos de series, y lo estamos viendo aplicado a la literatura.

En ambas entrevistas, Brian Murray confirma que el negocio de los libros va bien. "vemos a más gente leyendo ahora que antes de la pandemia. El negocio de los libros funcionó muy bien durante la pandemia y estamos viendo crecimiento" y que el género en crecimiento es el romantasy, es decir, la fantasía romántica: "Ahora mismo vemos que los libros con el crecimiento más rápido son los de Romantasy (género que mezcla romance y fantasía) y los de Dark Academia, dos géneros muy populares entre los lectores de 16 a 30 años", respondió lo mismo en las dos entrevistas.
Dice que no habla español así que entiendo que ha respondido "readers" en inglés, sin marca de género, y el masculino genérico se impone en la traducción: porque esos dos géneros literarios son fundamentalmente leídos por mujeres. No "lectores": "lectoras".

Esto de editoriales que no cuidan la calidad de los libros que sacan al mercado no es nuevo en España. Desde hace años venimos sufriendo el pésimo trabajo que los sellos de Urano (Umbriel, Puck o Titania) están haciendo con los textos que publican. No son las únicas editoriales que hacen ediciones cuestionables, pero sí es llamativo que las suyas son consistentemente malas: las quejas de los lectores por encontrarse con traducciones sin revisar o textos sin corregir son habituales. Tan habituales que hace unos días quería empezar a leer Long live evil de Sarah Rees Brennan y me aseguré de leer la muestra del primer capítulo antes de comprarlo: lo estoy leyendo en inglés.
No es solamente impresión de los lectores: algunos de sus traductores han denunciado las pésimas condiciones en las que trabajan*. Se quejan de tarifas bajísimas y plazos de entrega tan breves que son imposibles. No pueden hacer su trabajo en condiciones dignas y luego ese trabajo no es revisado y corregido. También han dejado de contar, sin dar explicaciones, con traductores que se estaban encargando de sagas y ha terminado el trabajo otra persona, sin contar con comunicación entre ellos ni compartir el glosario; cosa que no es ilegal pero también afecta a la calidad final de las traducciones.

Los libros de los que hablaba el CEO de Harper Collins y estos sellos de Urano tienen en común el género literario: la romántica fantástica, o la romántica realista. Es paradójico que Murray confirme que lo que más se vende en este momento es el romantasy y sin embargo, estén usando IAs para trabajar esos textos para ahorrar costes porque, según él, son libros que no saben si serán rentables.
Al compartir géneros literarios y corrientes de mercado, estos sellos editoriales también tienen en común su base de clientes: mujeres jóvenes, adolescentes o adultas, fieles a un género o a escritoras, que comparten sus lecturas en redes sociales, que les hablan de ellas a sus amigas, que han creado comunidades alrededor de estos libros y que los promocionan mediante el boca a boca.

Murray, muy acertado, añade, "Para los mejores autores literarios utilizaremos traductores de principio a fin". Para el CEO de Harper Collins, para estos editores que no dedican un presupuesto y trabajo digno en los libros que publican, los libros que ansían sus clientas no son los mejores. Parece que ellas no merecen un producto cuidado, revisado, trabajado de verdad, en el que hayan invertido dinero y profesionales: puede valerles cualquier cosa regurgitada por un programa informático.

Nos encontramos, de nuevo, con el sesgo de género y el machismo: los géneros que disfrutan (y en los que invierten muchísimo dinero) las mujeres no son valorados. Son productos de segunda que merecen un trato mediocre porque sus consumidoras son mujeres, es decir: clientes de segunda. A Harper Collins no se le ocurriría traducir con inteligencia artificial un libro escrito por un hombre que fuesen a leer hombres. En cambio, en el romantasy y la romántica, son géneros que, pese a estar más que comprobado que son rentables (Pumpkin Spice Cafe recibió el premio al Libro de TikTok del año y tiene casi 40.000 reseñas en Goodreads), sí merecen ese trato.

Los créditos de la traducción de estos libros son para "HarperCollins Ibérica S.A". En su web, atribuidos a ella aparecen más de 70 resultados, entre novelas y audiolibros leídos por voces sintéticas: casi todo, novela romántica y algo de cozy crime. Todos escritos por mujeres.

Estas editoriales desprecian a sus propias clientas, a quienes les sostienen el negocio, les hacen publicidad y les compran lo que (de una manera vergonzosa) publican. A la vez, también desprecian a sus escritoras, al decidir que su trabajo no merece ser tratado con cuidado y con respeto: sus historias pueden ser vendidas de cualquier manera, sin ningún control de calidad, sin que nadie se asegure de que permanecen las ideas, estilo y esfuerzo originales en el idioma de destino.

En la entrevista de El confidencial, decían que Brian Murray es "el hombre que lo sabe todo de los libros". Eso no significa que sepa tratar con dignidad a sus lectores.



Si algún traductor profesional hubiese participado en The Pumpkin Spice Cafe sabría que "pumpkin spice" es una mezcla de especias. No es calabaza. Esa cafetería no puede oler a calabaza.
Hubo un meltdown en tuiter hace unos años cuando lo descubrimos.
 
*Una de las cosas que más rabia me dieron siempre de las redes sociales es la poca información que permanece. No tengo más fuentes que decir "hay traductores que se quejaron" sin aportar link ni poder volver a comprobar la información o las fechas. Se han perdido en timelines, tuits y stories.

Las entrevistas:
 
Foto de cabecera de Becca Tapert en Unsplash.

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