En El cuento de la criada seguimos a Defred, una mujer, criada, encerrada en una institución junto a otras criadas bajo la supervisión de su Comandante, las Marthas que las guían y las Esposas de los Comandantes que las acompañan.
Defred, que ha perdido su nombre y le han puesto uno que suena a posesión, vive bajo un régimen de terror en el que cualquier descuido, cualquier gesto malinterpretado puede costarle la vida. En un mundo en el que la mayor parte de las mujeres y hombres (aunque ellos jamás lo reconocerán) son infértiles, a Defred se le permite vivir solamente por el valor de su útero y de su capacidad reproductiva. Defred sigue viva, sigue comiendo, durmiendo y teniendo un techo, porque puede darle un hijo a una pareja poderosa que no puede. Pero el tiempo se le acaba y, o se queda embarazada pronto, o intuye qué harán con ella.
Margaret Atwood firma una distopía que, pese a que en la literatura anglosajona se le considera un clásico, llevaba muchos años descatalogada en España. Antes de empezarla busqué ejemplares de segunda mano por si acaso, y online estaban entre los 200 y 400€. Dicen que Salamandra sacará una edición nueva a la venta durante abril de 2017, pero estamos avanzados en marzo y aún no he escuchado ningún dato oficial. Lo que sí sabemos es que Hulu va a empezar a emitir la serie basada en el libro en abril y gracias a ella han hecho la reedición.
El cuento de la criada es una distopía, y aunque cumple con los estrictos puntos que forman el género, tiene varias diferencias respecto al resto de distopías clásicas: la más evidente es el miedo de Defred y el sometimiento hacia sus superiores. En las distopías habitualmente encontramos un rebelde, el protagonista que no se resigna a vivir bajo un régimen totalitario y va rompiendo las reglas poco a poco a ver hasta dónde puede llegar. En cambio, Defred está tan aterrorizada que su única rebelión es solamente de pensamiento: las conversaciones que tiene con el resto de criadas no son abiertamente rebeldes y el personaje que de verdad rompe las normas y escapa del terror no es un personaje activo en la novela, es solo un recuerdo.
Defred solo se permite dudar de pensamiento. Solo se permite escapar imaginando. Incluso cuando tenga la posibilidad real de romper las reglas no lo hará voluntariamente y se excusará en las órdenes de superiores. Quien se atreve a poner en entredicho el sistema, desaparece.
Margaret Atwood crea en esta novela un mundo muy opresivo, frágil y opaco. Las compañeras de Defred vienen y van y nadie sabe por qué. La tensión que rodea a las criadas se vive en cada escena, la presión que recae sobre ellas condiciona absolutamente toda su vida. La escritora además, decide mostrarnos solo retazos del mundo que rodea a la institución de la protagonista: apenas podemos reconstruir la anterior vida de Defred en base a recuerdos incompletos, y podemos imaginarnos la situación política gracias a detalles, porque no será explícita en ningún momento.
Personalmente, no me ha gustado la novela. Se me ha hecho demasiado larga y repetitiva. Como Defred no puede rebelarse, tenemos que seguir sus rutinas a lo largo de varios meses e ir hilando sus pensamientos y sus recuerdos, mientras no ocurre nada en realidad y Defred de la vueltas siempre a las mismas ideas. El mundo que crea Atwood es apasionante, pero apenas nos deja penetrar en él: lo importante es la protagonista y el mundo es solo un complemento. La novela tiene un arranque muy interesante y un final más dinámico que el centro de la novela, que es una meseta de repetición e inacción que se me hizo eterno. Le sigue un epílogo, del que leí cinco páginas antes de quedarme dormida (literalmente) y dar por finalizado el libro.
Entiendo los recursos que emplea Atwood para formar esta historia. Entiendo que es más efectivo mostrar el miedo y la impotencia de Defred impidiéndole actuar o cambiar de escenario que contarlo y permitirle entrar y salir de la institución o convertirse en Moira, pero no ha funcionado para mí. Entiendo que como novela corta, más que como novela larga, eliminando muchas de las escenas de paseo o nocturnas de Defred, es decir, eliminando muchas de esas repeticiones y rutinas, hubiese sido una historia con la que hubiese disfrutado mucho más, aunque quizás esa opresión quedase diluida.
Me han gustado, sin embargo, los temas que toca. Los escritores clásicos de distopías nunca se habían parado a reflejar en sus libros los derechos reproductivos y Atwood hizo una novela de ello. A pesar de que, como estamos viendo, cuando los gobiernos se vuelven hacia la derecha es uno de los primeros puntos sobre los que legislan. Si se dice que las distopías se crearon para advertir sobre lo malo posible, me gusta que Atwood haya puesto el tema en la mesa y haya mostrado de manera tan íntima el problema de dejar de ser una persona y convertirse en el recipiente de un útero válido. Aunque sea en una novela depresiva y agobiante.
El cuento de la criada está actualmente descatalogado. Puede encontrarse en bibliotecas en diferentes ediciones.
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