Hace 40,000 años, la humanidad empezó a jugar con la genética. Dejaron de necesitar la reproducción sexual y se mezclaron genéticamente con toda clase de seres. Actualmente, dispersados por la galaxia, ya no quedan pueblos reconocibles como humanos. Simeón y Chaske, que son padre e hijo y mismo ser a la vez, persiguen la profecía que anuncia el encuentro con el hombre verdadero.
Así arranca Lusus Naturae, una novela corta de Teresa P. Mira de Echeverría en la que nos encontraremos a unos cuantos personajes desesperados: desesperados por la aceptación, por descubrir su propia identidad, por luchar contra una religión que ya no se profesa como tal, por la confusión entre ciencia y religión, creencia y hecho; pero sobre todo, desesperados por la posibilidad de la inmortalidad, de conseguir la supervivencia genética de su familia, su raza, y de la victoria que esto supondría.
Teresa Mira rompe el mundo que conocemos para crear este mundo en un futuro tan lejano, donde, como los seres ya no tienen sexo, los roles tradicionales han desaparecido. Y no únicamente los que diferenciaban a hombres de mujeres, si no a los que jerarquizaban a padres, hijos y otros familiares. Esto deriva en uno de los temas que más se tratan en la novela: la identidad. La identidad dentro de la familia, cercana; respecto a los ancestros, respecto al pueblo, e incluso, respecto a la raza o especie.
Cada ser se crea artificialmente a partir de los genes del progenitor y de otros genes con los que completan la fórmula. De esta manera, los hijos nunca son hijos completos, pero tampoco son una escisión del individuo original. Entre dos seres, la relación se establece de manera habitual y sencilla, pero aparecen problemas cuando surge un tercer o un cuarto ser y la genética, el amor innato y el sentido de la protección entran en juego entre ellos. Teresa Mira aprovecha estas nuevas relaciones para hablar del amor innato, del amor entre iguales o entre padres e hijos. Este amor, al igual que los instintos, tiene un gran peso en la trama.
A lo largo de Lusus Naturae nos encontraremos con pocos personajes dentro de un mundo complejísimo. No conoceremos a muchos más que a Simeón y Chaske y su extraña relación hijos-hermanos, que atraviesan la galaxia buscando el gen prometido; y un poco más adelante a Sarraillarotz, que también comparte una relación anómala con Chaske.
Los personajes se creen humanos aunque están lejos, temporal y genéticamente, de serlo. Por eso, durante las primeras páginas nos parecerán ilógicos y extraños, mientras no conocemos sus costumbres ni entendemos del todo la relación que guardan. Eso sí, esto también nos permite conocer unos personajes originales y únicos, no solo psicológicamente. Las pocas descripciones físicas que encontraremos de ellos los alejan mucho de ser seres antropomórficos, que se mueven de manera diferente a como estamos habituados y que no parecen a nada que hayamos visto hasta ahora.
Lusus Naturae es una novela corta, pero no es fácil de digerir. Como todos los relatos sobre profecías, es ambigua y de amplia interpretación. Se tocan muchos temas diferentes, pero no se ofrece ninguna conclusión. Tampoco se nos describe con profundidad a los personajes, ya que, como lo relevante es la trama religiosa-científica y no sus vidas individuales y apenas encontramos descripciones físicas, aunque sí psicológicas.
Los temas tratados tampoco son los más fáciles de digerir. La identidad, como decía antes, la religión, la ciencia, el destino, la inmortalidad... y otros explicados de una manera científica, como el espacio y el tiempo.
He sentido que en algunas partes, especialmente hacia el final, la narración peca de oscura y difícil y al lector se le pierden acciones que serán relevantes después, como la reaparición de personajes que parecían que habían cumplido con su papel o la localización de la acción.
Me parece que Lusus Naturae no puede dejar indiferente. Depende del lector valorar si la dura inmersión en este viaje entre planetas vale la pena, o son demasiadas páginas para tener que apartar la vista del texto de vez en cuando para encajar todas las piezas. Personalmente, he disfrutado y sufrido con la historia a partes iguales. La autora muestra varias ideas y visiones del espacio-tiempo apasionantes, a la vez que la trama religiosa-científica se me hizo cuesta arriba. Los personajes me han parecido increíblemente complejos, y más aún sus relaciones, lo que es tanto un punto positivo como negativo.
Creo que repetiré lo que dije sobre Embassytown, de China Miéville: no es un libro que recomendaría, pero no por su calidad, si no porque es necesario un gran esfuerzo consciente para meterse dentro de la historia. Puede que no la recomiende, pero sí intentaré vendérsela a otros lectores, convencerlos de que el esfuerzo merece la pena, de que se metan dentro de la nave sensible de Simeón y Chaske.
Lusus Naturae es una novela corta de Terea P. Mira de Echeverría. Se puede leer de manera gratuita en su blog.
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Hola :) "Simeón y Chaske, que son padre e hijo y mismo ser a la vez" WTF Me parece un mundo bastante complejo, aunque me ha interesado esa creación de vida y ese estudio de las relaciones de amor que se establecen. Aunque puede ser una lectura dura y confusa, si no me deja indiferente, a mi ya me tiene ganado. Un abrazo^^
ResponderEliminarEs un mundo y unos seres muy complejos, tanto psicológica como físicamente. Pero me siento incapaz de explicarlo mejor sin destrozar el libro y las intenciones de la autora. Al ritmo que lees, si te pones, en una tarde lo terminas; y así ya ves cómo lo explica la historia :P
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