Cuando sacaron el trailer de la película de El corredor del laberinto, corrí a leer el libro. El primer libro me gustó muchísimo, y no dudé en seguir con los otros dos para completar la trilogía. Luego Dashner se dedicó a sacar libros anexos que hacen que ya no sea una trilogía, pero esos de momento no los he tocado.
Así como
El corredor del laberinto me gustó mucho, los otros dos libros no me gustaron nada. Y escribo esta entrada para dar mi opinión, ya que mucha gente está diciendo que
Las pruebas y
La cura mortal le gustaron mucho, y yo dudo de que hayamos leído los mismos libros. En la entrada de hoy voy a destripar a
Las pruebas, dar todas las razones por las que me aburrió y me pareció un libro malo en casi todos los aspectos; tendremos pronto otra entrada para
La cura mortal. Tened en cuenta que lo leí en primavera, hace casi 6 meses: no puedo entrar en detalles porque no los recuerdo, pero intentaré concretar siempre que pueda.
Voy a hablar abiertamente de la trama y los personajes, hay un riesgo muy alto de spoilers. Cada uno, a partir de aquí, lee bajo su responsabilidad.
El corredor del laberinto termina cuando Thomas y el resto de los clarianos son capaces de salir del laberinto y se enfrentan al mundo exterior, que no parece tan bonito como imaginaban. En ese libro apenas se concreta qué se encuentran más allá de las paredes del experimento, algo que, se intuye, se desarrollará en los siguientes libros.
Sin muchas explicaciones, CRUEL deja a los clarianos en un edificio abandonado y les dice que al día siguiente ya les darán respuestas. Pero los clarianos están a su suerte. CRUEL vuelve a abandonarlos tras comunicarles que son importantes para la supervivencia de la humanidad y que tienen que pasar ciertas pruebas para ello, pero que no les pueden decir cuáles son. En el poco tiempo que pasan en el edificio descubren que hay un segundo laberinto con otro grupo de clarianos, Teresa desaparece, aparece otro chico (el homólogo a Teresa del otro laberinto, pero que no tiene importancia en la historia); tienen un ataque zombie (Dashner no lo dice así, pero son zombies) y pasan cosas raras que se explican con “lo hizo la tecnología”, el equivalente al “lo hizo un mago” de Dashner. Además, los chicos aparecen con números tatuados que no duelen ni supuran tinta ni nada: también lo hizo un mago. En este libro se ataca a la verosimilitud varias veces.
Los clarianos consiguen salir del edificio y a partir de aquí tenemos, calculo, unas 100 páginas de chavales corriendo por el desierto. Así de apasionante como suena. Hasta el momento que salen al desierto me pareció un libro interesante, me enganchó incluso; y la escena del pasillo a oscuras con las bolas de mercurio, aunque inverosímil (“lo hizo un mago”), me pareció interesante. En el primer momento que ponen un pie en la arena, todo eso desaparece y el libro se convierte en monótono. El único momento interesante es cuando aparece Teresa, en la única escena que tiene un poco de relevancia y personalidad de toda la trilogía.
Tras la odisea (para los lectores) del desierto, los chicos llegan a una ciudad abandonada. El resto de libro lo emplean en cruzar la ciudad, aunque por el camino consiguen unas pocas respuestas a todos los interrogantes que hay todavía abiertos y se presentan un par de personajes nuevos (más insulsos que los conocidos dentro del Claro).
De estos personajes destaca Brenda, un personaje instrumental que se usa para conseguir atravesar la ciudad y luego se deshecha. También parece que Dashner quería abrir un triángulo amoroso Teresa-Thomas-Brenda, pero no llega a fraguar nunca.
En la ciudad los personajes y los lectores por fin conocen un par de respuestas: la Tierra está ambientalmente destrozada por las tormentas solares, y la Humanidad está al borde de la extinción por una enfermedad, el Destello, que vuelve a las personas poco a poco en zombies. Cómo estas dos cosas se relacionan, ya no lo recuerdo.
Las pruebas terminan cuando los clarianos consiguen atravesar la ciudad, se juntan con el grupo B y, tras una épica batalla con unos monstruos-máquinas peores que los laceradores, CRUEL vuelve a recogerlos (deus ex machina), esta vez en un aparato volador y se los lleva.
Durante este libro, Dashner se deshace gratuitamente de unos cuantos clarianos, que ya estaban en la primera parte, pero sin nombre ni función en la historia. Se lleva matar personajes y ser cruel con ellos, y Dashner lo cumple rajatabla. Simplemente le sobraban y se los va cargando. No hay ni un momento de duelo y se matan por matar: los otros personajes siguen adelante porque, porque, como dije antes, son personajes sin función en la historia. Es como si Dashner se arrepintiese de haber dejado salir del Claro a tantos chavales y necesitase deshacerse de ellos.
Una de las cosas que menos me gustó del libro es cómo Dashner ha ido trabajando las escenas. Las escenas terminan cuando Thomas se duerme o se desmaya, lo que pasa muy a menudo, como si el escritor no supiese cortar la acción y retomarla. Y tenemos un narrador en tercera persona, es decir, no tenemos la excusa de contar todo lo que Thomas ve, porque el narrador no es Thomas ni ningún personaje. El narrador está focalizado en todo momento en la trama de Thomas, dejando de lado lo que le está pasando en otros lugares de la ciudad al resto de clarianos, e incluso al grupo B; y se ciñe además a su consciencia, que es muy intermitente (en serio, desmayarse tanto no es natural).
Cuando Thomas está en problemas, CRUEL se acerca a recogerlo cual deus ex machina de manual (con el movimiento descendente de manera literal), cura sus problemas, le dan alguna información gratuitamente y lo sueltan donde se supone que la trama debe continuar, sin más explicaciones.
No se abren nuevas tramas ni misterios, realmente. Se dan un par de respuestas para ambientar los espacios, los personajes y zombies, hay un par de cliffhangers y alguna escena con un poco de tensión, pero nada más. Las preguntas que se tenían desde el final de El corredor del laberinto son casi las mismas que hay al final de Las pruebas: no hay respuestas a las preguntas planteadas y no hay preguntas nuevas.
Los personajes nuevos presentados son planos, sin rasgos de personalidad interesantes e instrumentales. Como Dashner saber que solo los va a usar para salir de la ciudad y que tienen fecha de caducidad, no se esfuerza en darles vida propia. Lo más que se aventura con Brenda es a intentar establecer una amistad o un triángulo amoroso con Thomas, pero en la que no es capaz de profundizar. Creo que Dashner quiso creal una relación sutil, darle un pequeño romance al libro pero sin que fuese muy explítico, pero no lo ha conseguido.
En El corredor del laberinto, me dio la impresión de que Teresa era un personaje muy interesante que Dashner se estaba reservando para los siguientes libros. En el laberinto no tenía posibilidades de desarrollarse, y su función principal estaría fuera de él. Pero durante este libro, Teresa no se desarrolla. Permanece casi todo el libro como un personaje latente, pero sin influencia real sobre los personajes presenciales. Thomas no deja de pensar en ella, de recordarle al lector que Teresa existe pero que aún no ha hecho nada. Supongo que la fuerza de Teresa quería reservarse para el final del libro, para hacer de Teresa la gran traidora, pero su actuación ante Thomas se queda en poco más que una pantomima, que, echando la vista atrás, además es innecesaria.
Así que cuando terminan Las pruebas, tenemos a los clarianos junto a las clarianas subidos en una nave de CRUEL, de nuevo. Sin nuevas respuestas. Con un puñado de personajes más, pero todos poco trabajados. Otros personajes han muerto, pero ni siquiera se les había entregado un nombre. Se sigue insistiendo en que CRUEL es buena; aunque aún no sabemos qué es CRUEL. Hemos pasado 500 páginas corriendo por un pasillo, corriendo por un desierto, corriendo por una ciudad y corriendo por otro desierto. Han pasado cosas, pero casi ninguna es relevante: estamos casi en el mismo lugar que cuando abandonaron el laberinto.
Pronto llegará la reseña de La cura mortal. Que, si cabe, es un libro peor construido que este. Dashner va cuesta abajo sin frenos. Es más, explicaré por qué creo que ni siquiera lo escribió Dashner.
.