6 de noviembre de 2012

El pacto de ficción

Creo que todos los que vemos The Big Bang Theory (Big Bang traducido en España) recordamos una conversación que se mantiene sobre Superman: en una de las películas, Superman recoge al vuelo a Lois Lane, que está cayendo al vacío. Sheldon protesta porque si eso se diese, la fuerza de la caída más la fuerza de la subida, unidos a la dureza de los brazos de Superman, Lois Lane se cortaría en tres pedazos.
Sheldon puede aceptar la existencia de Superman, un ser venido del espacio que tiene superfuerza y que (con matices) puede volar. Sin embargo, no acepta que pueda recoger a una mujer en el aire sin matarla. Eso es el pacto de ficción: aceptar que algo extraordinario puede pasar, aunque tiene sus límites.
El pacto de ficción en sentido estricto es un pacto/acuerdo al que llega el receptor con el creador de una obra de ficción. El receptor acepta la existencia de algo que sabe de antemano que no existe a cambio de diversión o entretenimiento.
Todos sabemos que las novelas son obras de ficción, al igual que las películas, obras de teatro, series, etc. Es decir, aunque traten temas realistas o cercanos a nosotros, sabemos que son una invención y que no han pasado. Pero a cambio de la diversión, nos olvidamos durante un rato de que es “mentira” y la recibimos como si fuese el testigo de algo que pasó en realidad.
No solamente funciona con historias cercanas. Podemos llegar a aceptar la existencia de seres sobrenaturales, magos, animales mitológicos o fenómenos paranormales. Incluso podemos aceptar que existen otros mundos (La Tierra Media), o incluso universos con un funcionamiento diferente al nuestro (El Principito). ¿Por qué no también la existencia de universos paralelos al nuestro (Matrix)? Todos sabemos que es mentira. No existen los elfos, orcos, ángeles, vampiros, hombres lobo, telépatas; ni viajes en el tiempo, a través del espacio, ni hay habitados otros planetas... pero como nos hacen disfrutar, nos olvidamos de eso para poder disfrutar de las otras cosas que se cuentan en la obra.
El pacto de ficción es algo inconsciente. Solamente notamos que existe cuando lo rompemos. Eso pasa cuando los autores violan la única norma que no se puede romper en la ficción: la verosimilitud. Es decir, que la historia sea creíble. Es necesario mantener algunos puntos en común con el mundo en el que vivimos, la única manera que sabemos cómo funcionan las cosas. A Sheldon no le importaba aceptar la existencia de Superman, su molestia venía por la falta de verosimilitud, para su concepción científica precisa del mundo, de uno de sus actos. Hace unos meses yo me quejaba de la falta de verosimilitud de la protagonista de 50 sombras de Grey, algo que estropeaba aún más el libro. Si se viola la verosimilitud, el pacto de ficción de rompe y toda la “magia” desaparece. No aceptamos que exista, no nos lo creemos, y no podemos disfrutar de lo que tenemos delante.
Como la verosimilitud es un tema más conocido, no me voy a extender más. Pero los autores han de tener cuidado con ella, saber qué límites tiene, para que el pacto de ficción no se rompa por parte de los receptores, y la obra les haga disfrutar.
El pacto de ficción y la verosimilitud tienen sus límites, pero son muy flexibles. Uno depende del otro, y los dos han de ir de la mano con cuidado. Ambos han de satisfacer al lector par poder hacerle disfrutar de cualquier obra de ficción.

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