15 de junio de 2012

No eres mi personaje

Los que escribimos tenemos que enfrentarnos normalmente con un problema que es a partes iguales molesto y estúpido. Y este problema es que la gente puede pensar que los estamos usando para nuestros relatos, o que lo que escribimos es lo que de verdad sentimos o lo pasó, y que lo que decimos es mentira.
A mí me ha pasado, y a más gente le ha pasado. Me pone bastante enferma que en la serie Bones (que emitían en La Sexta, o siguen emitiendo) hayan basado una temporada en que uno de los personajes escribe una novela, y el resto de personajes pasan los capítulos especulando cuál de los personajes de la novela son ellos, y identificándose con ellos. Sé que no es la única serie o película en la que se trata a un escritor así; y sé que hay mucha gente que lee y busca a conocidos de los escritores en los personajes. Y lo peor, que se lo toman en serio.

Se pueden distinguir dos tipos de literatura: la literatura de ficción y la literatura de no ficción. La literatura de no ficción son los manuales, son las guías, son los ensayos... “cosas escritas” que no cuentan una historia. En el momento que algo escrito cuenta una historia, en el momento que hay unos personajes, un tiempo, o un espacio, o una acción, es una literatura de ficción. Y ficción significa “mentira”.
Cuando escribimos algo, estamos escribiendo y dándole forma a una mentira. Es todo producto de nuestra imaginación, y cualquier coincidencia con la realidad es casualidad. Podemos coger trazos de la realidad, de lo que conocemos y de lo que vivimos para poder darle mejor forma a lo que escribimos, pero buscar la realidad-real dentro de la literatura no tiene sentido. Y mucho menos, enfadarse por lo que hayamos escrito, o protestarnos por haber escrito algo.
Nunca lo había dicho en público, pero una de las razones que me llevaron a casi el silencio durante los tres años y pico que tuve pareja, es porque parecía que le molestaba a veces lo que escribía o se buscaba en los relatos, me buscaba y buscaba la realidad-real dentro de ellos, y la encontraba, aunque tuviera que darle vueltas y rebuscar. Me comentaba lo que escribía de manera personal, no en el sentido de “me gusta, no me gusta”, en el sentido “muchas gracias, cariño, yo también me siento así contigo”. Aunque no todas las veces encontró cosas que no le gustaban, no podía dejar de sentirme incómoda al escribir. No podía escribir pensando en cómo se tomaría lo que hubiese escrito, porque aunque no tuviese nada que ver con nosotros, iba a verlo como si fuese así. Y mucho menos me atrevía a escribir sobre personajes alejados a nosotros o a sentimientos negativos, porque iba a preocuparse personalmente por mí, como si mis relatos fuesen mi diario.
Un ejemplo que está escrito aquí, en este blog, es en el relato “Blues pasados”. El relato va de una chica que se reencuentra con un grupo de amigos de hacía tiempo con los que había desconectado, y estando con uno de ellos en especial, recuerda una historia de amor que vivió con un chico que estaba en el grupo.
El relato es ficción. Ahí debería quedarse, y así debería tomarse. Pues a quien era mi novio le sentó mal. Pensó que era yo quien hablaba, no la narradora, y que pensé en todo lo que lo quería a ese chico mientras estaba con él. La noche en la que lo escribí acababa de volver de la playa, de reencontrarme con varios compañeros del instituto. Y hay uno de ellos, con el que nunca llegué a tener nada, que toca la guitarra y tiene el pelo rizado. Ese fue el escenario que escogí para arrancar el relato, pero nada más. El resto del relato es mentira, es una ficción porque es literatura (de más o menos calidad), no tiene nada que ver con la realidad. Pero se enfadó igualmente. Tanto, que dejé de escribir, directamente.

Nuestros amigos, novios, conocidos, etc. pueden dejar de buscarse en nuestros relatos. Porque no son ellos los que aparecen, son personajes que hemos inventado, que no tienen nada que ver con ellos. Aunque pueda haber algún rasgo que coincida con alguien conocido, siguen siendo personajes. Son letras plasmadas en un papel o en una pantalla, son conceptos, no son personas de carne y hueso.
Para los que escribimos, es molesto e incómodo. No podemos estar escribiendo pensando en qué va a leer la gente, en qué sentido lo pueden malinterpretar, ni quién lo va a leer o dejar de leer. No nos gusta responder preguntas sobre las conexiones que tienen lo que escribimos con nuestra realidad o con nuestra intimidad. Es ficción, no es real, no tiene relación con nosotros o lo que pensamos. Podemos gastar alguna broma incluyendo a alguna persona real en los relatos, pero no van con esa intención la enorme mayoría de lo que se escribe.

Creo que no soy la única a la que le ha pasado. Y no creo que sea la única a la que le molesta de alguna manera que en algunas obras, que también son ficción, se confundan a los personajes con otros personajes de una novela.
En último caso: nuestra literatura es ficción. Tomáosla como tal. No hay necesidad de buscar las relaciones con la realidad, porque, por definición, lo que está escrito no es real.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. Bueno, qué te voy a comentar sobre el tema ficción/realidad que ya no sepas a estas alturas. Mi ex tenía también esa curiosa costumbre y dio pie a varias discusiones gordas.

    Quien lo ve así, en muchos casos, es porque no sabe el esfuerzo que nos cuesta meternos en la piel de esos personajes para hacerlos tan reales como cualquier persona que conozcamos.

    ¡Besos!

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Suficiente blog por hoy. ¡A escribir!