1 de abril de 2012

Pluma en mano...

Pluma en mano, lágrimas en los ojos y corazón en un puño. La mesa llena de papeles, su mente llena de palabras. El bolígrafo es eterno, el tiempo no corre y el papel blanco no se agota, aunque nunca es suficiente.
Siempre hay algo más que decir, siempre quiere contar más. Quiere que éste sea su gran epitafio, su gran venganza. Le ha quedado demasiado por decir, le han cerrado la boca y atado las manos demasiadas veces. Tiene demasiadas Ideas dentro y no quiere perderlas.
Con cada palabra que no le dejaron decir, un cachito de su corazón moría. Ahora, diciéndolas todas juntas, casi sin coherencia, no pretende revivir a su pobre corazón. Espera que de la emoción de verlas escritas, donde cualquiera pueda leerlas, estalle de alegría. Es lo único que puede hacer: o seguir muriendo un poco cada día o darle una alegría tan grande que no pueda soportarla.
Las palabras brillas sobre el papel, riéndose, disfrutando cada momento de libertad. Aprovechan mientras estén vivas, antes de que venga alguien con una capa negra y las arroje al fuego.
Mientras, él sigue escribiendo con su bolígrafo eterno y su papel que nunca es suficiente, intentando morir de libertad a cada palabra; a cada frase. Antes de que alguien lo lea y se lo lleven.

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