19 de abril de 2012

El cubo

Y todo comenzó de nuevo. Los círculos, las estrellas, los aros, aparecieron de nuevo. Como un cubo de metacrilato transparente, una fuerza incolora bajó hasta su cuerpo y lo encerró. Quería aire. Quería espacio, y pronto no lo tendría. Mientras las luces centelleaban a su alrededor se encogió buscando espacio. Pero con cada latido de su corazón, el cubo se estrechaba como una membrana de un altavoz sonando, a golpes. Se tiró al suelo y se encogió en posición fetal. El cubo, inmaterial, transparente, se seguía estrechando. Las luces centelleaban, los asteriscos lo acosaban.
Escuchó una risa a su lado. Héctor, con los ojos negros y un perfil cubista, se reía de él, tirado en el suelo y encogido. Estaba sentado donde antes había estado él, pero parecía muy lejano. Ya no sentía simpatía por él. Le odiaba por reírse de él, encerrado en el cubo. Aunque también sentía que no tenía sentido odiar. Estaba demasiado lejos, dentro del cubo. Estaba cerca, podía verlo y podía oírlo, pero estaba aislado en el cubo, como en un universo lejano.
-No es real –pensó. Pero seguía agazapado, notando en los pies cómo las paredes del cubo empezaban a tocarle.
Las luces se volvieron blancas. Un martillo rítmico se escuchaba de fondo. Dentro del cubo, Héctor sonaba muy lejano, como bajo el agua. Por momentos sus formas parecían triangulares, y tenía los bordes difuminados. No tiene sentido que una persona tenga los bordes difuminados. ¿Héctor era una persona?
El cubo se pegó a él como embolsado al vacío. Y esperó. “No es real”, se no se movió. Decidió respirar poco. El cubo podía quedarse para siempre y tenía que ahorrar aire. Respiraba de a poquitos. Se iría, pero podía quedarse. No podía saberlo. Su cabeza iba a cien, no sabía cómo salir, y no salió. Siguió respirando poco.
Y esperó. Héctor con los ojos negros se reía, los aros flotaban por la habitación, el cubo vibraba con los latidos de su corazón, las luces centelleaban, y él seguía encogido en el suelo. Y esperó.

02/03/2012

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